![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnaV_VC3RkuXoNLF6dDuZ-WFW4t85LZ2DrFfo33RUaqfR6jU4BAMTYT2EglFlEr4Gxyi4RP7lZKyBuyL8fktqDiWzanxktHalONAb4nLzl7_C-ye0QGPfQBFmhhOutS_rqWjBUgA/s200/pepino.jpg)
Muy a mi pesar, decidí alejarlo de mi vida. Decidí no comerlo en absoluto. Si me lo encontraba en alguna ensalada, lo apartaba. Si un gazpacho lo contenía, pues no me lo tomaba. Y así, con todos los platos que lo llevaban. Pero, insisto: a mí me atraía... me gustaba... pero yo quería poder digerirlo bien.
Hasta que hace poco alguien me dio la solución. Veréis qué fácil:
Se trata de pelarlo (mejor con un pelaverduras) pero dejándole algo de piel. Sólo un poco. Y lo más importante: quitarle las semillas. Cosa que puede hacerse muy fácilmente con una cucharilla de postre.
¡Y ya está! Así de simple.
Ya no me repite el pepino. Ya lo digiero perfectamente. Ya puedo disfrutar de él. Ya podemos estar juntos.
Qué fácil. Y yo tanto tiempo esperando, probando distintas maneras... y nada, que no había forma de acoplarnos.
Me doy cuenta de que no era una cuestión de esfuerzo, sino de hacer lo justo, lo apropiado, lo necesario. Ni más ni menos.
Y ahora nos llevamos de maravilla.
Comentarios
Publicar un comentario