Lo leo en una noticia del periódico 20 minutos (por cierto, las recomendaciones dietéticas que dan al final del artículo parece que hayan sido sacadas de mis cursos, literalmente). Y la verdad es que no me sorprende. Sobre todo, si tenemos en cuenta lo siguiente:
- que lo que comemos simboliza lo que vivimos,
- que el modo en que digerimos la comida se corresponde, milimétricamente, con el modo en que digerimos las distintas situaciones por las que atravesamos en nuestra vida.
Sí, estimados/as lectores/as: lo más importante para hacer saludablemente las digestiones es aprender a digerir armoniosamente (evitando los conflictos y las actitudes negativas) los momentos que vivimos a cada instante. Lo cual es más importante, si cabe, que comer con equilibrio. A fin de cuentas, la mente y las emociones supeditan cuanto acontece en el cuerpo.
Por eso:
- Se nos atragantan ciertos alimentos cuando se nos atraganta algo (que vivimos) o alguien.
- Vomitamos cuando vivimos momentos que en modo alguno podemos digerir.
- Experimentamos acidez o gastritis después de ciertas situaciones que nos corroen.
- Experimentamos ardor de estómago después de ciertas situaciones que nos queman.
- Deja de funcionarnos correctamente el hígado cuando la ira no expresada lo congestiona.
- El páncreas se vuelve vago cuando no gestionamos correctamente la dulzura (sobre todo, la expresada hacia nosotros mismos en forma de autoestima).
- Una digestión se vuelve lenta cuando una vivencia cuesta de digerir.
- Nos duele el estómago cuando vivimos algo que nos duele.
- Ciertos alimentos nos repiten cuando ciertas situaciones de la vida (no precisamente agradables) se nos repiten.
- Tenemos problemas de asimilación intestinal cuando nos cuesta asimilar determinadas situaciones.
- Sufrimos de estreñimiento cuando nos cuesta deshacernos de nuestra porquería (aquello que sobra en nuestra vida y que nos perjudica), cuando nos cuesta soltar (fluir).
- Sufrimos de diarrea cuando la vida nos obliga (porque no lo hacemos nosotros de motu proprio) a deshacernos de nuestra basura (actitudes o formas de pensar que son intrínsecamente contraproducentes).
Y así, del mismo modo, con cada una de las patologías y afecciones asociadas al aparato digestivo.
Aunque ya sabéis que también hay personas a las que todo les sienta bien.
Ésas no suelen tener problemas digestivos.
- que lo que comemos simboliza lo que vivimos,
- que el modo en que digerimos la comida se corresponde, milimétricamente, con el modo en que digerimos las distintas situaciones por las que atravesamos en nuestra vida.
Sí, estimados/as lectores/as: lo más importante para hacer saludablemente las digestiones es aprender a digerir armoniosamente (evitando los conflictos y las actitudes negativas) los momentos que vivimos a cada instante. Lo cual es más importante, si cabe, que comer con equilibrio. A fin de cuentas, la mente y las emociones supeditan cuanto acontece en el cuerpo.
Por eso:
- Se nos atragantan ciertos alimentos cuando se nos atraganta algo (que vivimos) o alguien.
- Vomitamos cuando vivimos momentos que en modo alguno podemos digerir.
- Experimentamos acidez o gastritis después de ciertas situaciones que nos corroen.
- Experimentamos ardor de estómago después de ciertas situaciones que nos queman.
- Deja de funcionarnos correctamente el hígado cuando la ira no expresada lo congestiona.
- El páncreas se vuelve vago cuando no gestionamos correctamente la dulzura (sobre todo, la expresada hacia nosotros mismos en forma de autoestima).
- Una digestión se vuelve lenta cuando una vivencia cuesta de digerir.
- Nos duele el estómago cuando vivimos algo que nos duele.
- Ciertos alimentos nos repiten cuando ciertas situaciones de la vida (no precisamente agradables) se nos repiten.
- Tenemos problemas de asimilación intestinal cuando nos cuesta asimilar determinadas situaciones.
- Sufrimos de estreñimiento cuando nos cuesta deshacernos de nuestra porquería (aquello que sobra en nuestra vida y que nos perjudica), cuando nos cuesta soltar (fluir).
- Sufrimos de diarrea cuando la vida nos obliga (porque no lo hacemos nosotros de motu proprio) a deshacernos de nuestra basura (actitudes o formas de pensar que son intrínsecamente contraproducentes).
Y así, del mismo modo, con cada una de las patologías y afecciones asociadas al aparato digestivo.
Aunque ya sabéis que también hay personas a las que todo les sienta bien.
Ésas no suelen tener problemas digestivos.
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