De entre todas las cosas que puede hacer un ser humano, algunas son el resultado de la voluntad consciente y otras surgen directamente del subconsciente. Pero tanto unas como otras, indefectiblemente, expresan lo que ese ser humano es, desde sus aspectos más generales y superficiales hasta los más específicos y profundos.
Me llama la atención que la globalidad de las tribus salvajes que habitan el planeta, se asienten en poblados perfectamente integrados en la Naturaleza. Y que ninguno de esos poblados posea vertederos al lado. Ni falta que les hace. Fundamentalmente, porque todos los residuos que generan esas tribus son biodegradables, así que terminan reintegrándose con el lugar del que proceden. Todo un triunfo del equilibrio que nuestra civilización moderna, sin embargo, aún no ha logrado.
Nuestro estilo de vida urbanita genera no pocos residuos, la mayoría de ellos no biodegradables, que requieren de enormes extensiones de terreno para ser almacenados en forma de basura. Es entonces cuando nos creemos, ilusoriamente, civilizados. Sacamos las bolsas de basura a la calle y nuestra casa parece limpia. Llegan las brigadas de limpieza periódicamente a nuestras calles y pensamos que la ciudad también lo está. ¿Pero adónde van a parar todos esos residuos? Pues van a parar a nuestra casa: el planeta Tierra.
¿Podemos deducir, pues, que existe algo sucio en nuestra moderna manera de vivir? Yo, desde luego, diría que sí.
Hace algunos meses iba en dirección a Utiel con el tren, y cuando éste se detuvo en la estación de Cheste me quedé estupefacto. Era el día después de una carrera de motos, un gran evento, y todo el pueblo, hasta donde me alcanzaba la vista, se había convertido en un auténtico vertedero. Creo que nunca había visto tanta porquería junta. Casi ni se veían los andenes.
Otras veces podemos observarlo en la casa de algunas personas: zonas que no se limpian o que se limpian poco, o bien que se limpian inadecuadamente. Y si la casa que uno habita es un fiel reflejo de lo que uno es, ¿qué podemos deducir de una casa que no se limpia lo suficiente? Pues que la persona que la habita tiene una mayor o menor dificultad para limpiarse (interiormente). O más concretamente: que en los aspectos más visibles o prominentes de su forma de ser esa persona se muestra limpia ante los demás, pero en otros aspectos más escondidos (rincones, partes altas de muebles o armarios, zonas de difícil acceso...) se acumulan formas de ser y de actuar que son sucias (contraproducentes para sí misma y para los demás).
La suciedad física simboliza, representa y se corresponde, milimétricamente, con todo lo sucio que pueda haber en el interior de una persona. Por ejemplo, maneras de pensar, o de ver la realidad, que le hacen sufrir o enfermar; o bien maneras de actuar que dañan o agreden a los demás.
Esa suciedad podemos detectarla en casas, dormitorios, trasteros, en el automóvil, en la ropa, en el propio cuerpo del individuo...
También me llama la atención que muchas de esas tribus salvajes a las que me he referido anteriormente limpian a menudo sus espacios y barren las inmediaciones de sus casas todos los días. Seguramente son personas limpias... de corazón, de pensamiento, de espíritu. Hay que serlo, desde luego, para vivir en armonía con la Naturaleza y con tus semejantes.
De todo esto se desprende la importancia y lo conveniente de observar una higiene personal adecuada y de mantener limpios y ordenados nuestros espacios. Es algo que se cae por su propio peso. Porque insisto: unos son espejo de los otros.
Observemos ahora algunas frases de uso común o coloquial que claramente ponen de relieve esa correspondencia entre lo físico y lo no físico.
- No me gusta que me eches encima tu mierda cada vez que te sientes frustrada.
- En todo este asunto hay algo muy sucio.
- Alfredo siempre hace trampas. No sabe jugar limpio.
- Este incidente, mucho me temo, será una mancha en tu expediente.
- Yo no he robado nada. Me lavo las manos.
- Algo en esa persona no me huele bien.
Alguien podría estar pensando que también existen personas muy sucias (de corazón, de pensamiento, de palabra...) que, por contra, son harto obsesivas con la limpieza. Y en esos casos, ¿cuál sería la interpretación simbólico-metafórica? Pues es más que probable que nos hallemos ante personas que inconscientemente se sienten sucias... por haber dicho o hecho cosas sucias. Pero en vez de limpiar sus conciencias mediante la voluntad y el trabajo personal, limpian compulsivamente la casa, que no es sino una proyección material de su propio interior. Es decir, que se aprestan a resolver el conflicto, sí, pero en el plano inadecuado.
Me llama la atención que la globalidad de las tribus salvajes que habitan el planeta, se asienten en poblados perfectamente integrados en la Naturaleza. Y que ninguno de esos poblados posea vertederos al lado. Ni falta que les hace. Fundamentalmente, porque todos los residuos que generan esas tribus son biodegradables, así que terminan reintegrándose con el lugar del que proceden. Todo un triunfo del equilibrio que nuestra civilización moderna, sin embargo, aún no ha logrado.
Nuestro estilo de vida urbanita genera no pocos residuos, la mayoría de ellos no biodegradables, que requieren de enormes extensiones de terreno para ser almacenados en forma de basura. Es entonces cuando nos creemos, ilusoriamente, civilizados. Sacamos las bolsas de basura a la calle y nuestra casa parece limpia. Llegan las brigadas de limpieza periódicamente a nuestras calles y pensamos que la ciudad también lo está. ¿Pero adónde van a parar todos esos residuos? Pues van a parar a nuestra casa: el planeta Tierra.
¿Podemos deducir, pues, que existe algo sucio en nuestra moderna manera de vivir? Yo, desde luego, diría que sí.
Hace algunos meses iba en dirección a Utiel con el tren, y cuando éste se detuvo en la estación de Cheste me quedé estupefacto. Era el día después de una carrera de motos, un gran evento, y todo el pueblo, hasta donde me alcanzaba la vista, se había convertido en un auténtico vertedero. Creo que nunca había visto tanta porquería junta. Casi ni se veían los andenes.
Otras veces podemos observarlo en la casa de algunas personas: zonas que no se limpian o que se limpian poco, o bien que se limpian inadecuadamente. Y si la casa que uno habita es un fiel reflejo de lo que uno es, ¿qué podemos deducir de una casa que no se limpia lo suficiente? Pues que la persona que la habita tiene una mayor o menor dificultad para limpiarse (interiormente). O más concretamente: que en los aspectos más visibles o prominentes de su forma de ser esa persona se muestra limpia ante los demás, pero en otros aspectos más escondidos (rincones, partes altas de muebles o armarios, zonas de difícil acceso...) se acumulan formas de ser y de actuar que son sucias (contraproducentes para sí misma y para los demás).
La suciedad física simboliza, representa y se corresponde, milimétricamente, con todo lo sucio que pueda haber en el interior de una persona. Por ejemplo, maneras de pensar, o de ver la realidad, que le hacen sufrir o enfermar; o bien maneras de actuar que dañan o agreden a los demás.
Esa suciedad podemos detectarla en casas, dormitorios, trasteros, en el automóvil, en la ropa, en el propio cuerpo del individuo...
También me llama la atención que muchas de esas tribus salvajes a las que me he referido anteriormente limpian a menudo sus espacios y barren las inmediaciones de sus casas todos los días. Seguramente son personas limpias... de corazón, de pensamiento, de espíritu. Hay que serlo, desde luego, para vivir en armonía con la Naturaleza y con tus semejantes.
De todo esto se desprende la importancia y lo conveniente de observar una higiene personal adecuada y de mantener limpios y ordenados nuestros espacios. Es algo que se cae por su propio peso. Porque insisto: unos son espejo de los otros.
Observemos ahora algunas frases de uso común o coloquial que claramente ponen de relieve esa correspondencia entre lo físico y lo no físico.
- No me gusta que me eches encima tu mierda cada vez que te sientes frustrada.
- En todo este asunto hay algo muy sucio.
- Alfredo siempre hace trampas. No sabe jugar limpio.
- Este incidente, mucho me temo, será una mancha en tu expediente.
- Yo no he robado nada. Me lavo las manos.
- Algo en esa persona no me huele bien.
Alguien podría estar pensando que también existen personas muy sucias (de corazón, de pensamiento, de palabra...) que, por contra, son harto obsesivas con la limpieza. Y en esos casos, ¿cuál sería la interpretación simbólico-metafórica? Pues es más que probable que nos hallemos ante personas que inconscientemente se sienten sucias... por haber dicho o hecho cosas sucias. Pero en vez de limpiar sus conciencias mediante la voluntad y el trabajo personal, limpian compulsivamente la casa, que no es sino una proyección material de su propio interior. Es decir, que se aprestan a resolver el conflicto, sí, pero en el plano inadecuado.
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