A veces me he encontrado con personas muy obesas que van a comer a un restaurante y lo hacen hasta, casi, reventar. Luego piden un cafelito para rematar la faena, ¡y lo piden con sacarina! ¿Será para aliviar el sobrepeso de su conciencia o por pura ignorancia?
Otras veces descubro a gente que come alimentos ecológicos (imagino que tratando de cuidar su salud) y, sin embargo, los comen inadecuadamente (mal combinados entre sí, mezclados con otros comestibles insalubres o insuficientemente masticados, por ejemplo). Con lo cual, no se libran de padecer ciertos problemas de salud, incluso serios y/o recurrentes.
Desde luego, cada ser humano actúa, en cada momento, como buenamente sabe. Pero no siempre basta la buena intención. También es necesario un cierto grado de conocimiento y de voluntad para obtener los resultados deseados.
Cualquiera que entienda un poco de salud natural comprenderá la importancia (suma) de tener una sangre alcalina. Y sabrá que una alimentación adecuada, por ejemplo, rica en fruta y verdura, contribuirá, junto con unos hábitos apropiados, a que esto sea así. No obstante, no menos importante que unos alimentos adecuados es la cantidad de oxígeno que entra en nuestro cuerpo.
Tengamos en cuenta que nuestras células necesitan una determinada tasa de oxígeno para poder realizar sus funciones normalmente. ¿Acaso vosotros seríais capaces de realizar una cierta cantidad de trabajo físico o intelectual en una habitación pequeña y herméticamente cerrada? Seguramente, al cabo de unos minutos de haber empezado la tarea os sentiríais con la sensación de desfallecer. Lógico. Pues nuestras células, igual; exactamente igual.
El hecho de que muchos sanatorios (me gusta mucho más esta palabra que hospital), antiguamente, estuvieran en plena montaña, incluso a una cierta altura, no era por casualidad. Porque era bien sabido que el aire fresco y rico en oxígeno de la montaña podía, más allá de los tratamientos médicos convencionales, contribuir a la pronta recuperación de los pacientes. Y, de hecho, así era. El mero contacto con la Madre Naturaleza ya cura.
En los años veinte del siglo pasado, el doctor Otto Warburg, Premio Nobel de Medicina, descubrió experimentalmente que las células humanas se vuelven cancerosas cuando crecen o se cultivan en un ambiente pobre en oxígeno (alrededor de un 40% menos de lo normal). Así de simple y de contundente. Por eso, muchas terapias naturales para tratar el cáncer se basan en la oxigenación y alcalinización (no hay una sin la otra) de la sangre.
De todo esto que os comento hoy, podréis deducir fácilmente la trascendencia de respirar adecuadamente, de hacer ejercicio físico aeróbico, de entrar en contacto frecuente con la Naturaleza y de habitar y descansar en entornos y estancias suficientemente ventilados. Porque lo que podría parecer un hecho insignificante a primera vista, con el paso de los años puede llegar a convertirse en una cuestión de vida o muerte.
Más vale prevenir que curar.
Otras veces descubro a gente que come alimentos ecológicos (imagino que tratando de cuidar su salud) y, sin embargo, los comen inadecuadamente (mal combinados entre sí, mezclados con otros comestibles insalubres o insuficientemente masticados, por ejemplo). Con lo cual, no se libran de padecer ciertos problemas de salud, incluso serios y/o recurrentes.
Desde luego, cada ser humano actúa, en cada momento, como buenamente sabe. Pero no siempre basta la buena intención. También es necesario un cierto grado de conocimiento y de voluntad para obtener los resultados deseados.
Cualquiera que entienda un poco de salud natural comprenderá la importancia (suma) de tener una sangre alcalina. Y sabrá que una alimentación adecuada, por ejemplo, rica en fruta y verdura, contribuirá, junto con unos hábitos apropiados, a que esto sea así. No obstante, no menos importante que unos alimentos adecuados es la cantidad de oxígeno que entra en nuestro cuerpo.
Tengamos en cuenta que nuestras células necesitan una determinada tasa de oxígeno para poder realizar sus funciones normalmente. ¿Acaso vosotros seríais capaces de realizar una cierta cantidad de trabajo físico o intelectual en una habitación pequeña y herméticamente cerrada? Seguramente, al cabo de unos minutos de haber empezado la tarea os sentiríais con la sensación de desfallecer. Lógico. Pues nuestras células, igual; exactamente igual.
El hecho de que muchos sanatorios (me gusta mucho más esta palabra que hospital), antiguamente, estuvieran en plena montaña, incluso a una cierta altura, no era por casualidad. Porque era bien sabido que el aire fresco y rico en oxígeno de la montaña podía, más allá de los tratamientos médicos convencionales, contribuir a la pronta recuperación de los pacientes. Y, de hecho, así era. El mero contacto con la Madre Naturaleza ya cura.
En los años veinte del siglo pasado, el doctor Otto Warburg, Premio Nobel de Medicina, descubrió experimentalmente que las células humanas se vuelven cancerosas cuando crecen o se cultivan en un ambiente pobre en oxígeno (alrededor de un 40% menos de lo normal). Así de simple y de contundente. Por eso, muchas terapias naturales para tratar el cáncer se basan en la oxigenación y alcalinización (no hay una sin la otra) de la sangre.
De todo esto que os comento hoy, podréis deducir fácilmente la trascendencia de respirar adecuadamente, de hacer ejercicio físico aeróbico, de entrar en contacto frecuente con la Naturaleza y de habitar y descansar en entornos y estancias suficientemente ventilados. Porque lo que podría parecer un hecho insignificante a primera vista, con el paso de los años puede llegar a convertirse en una cuestión de vida o muerte.
Más vale prevenir que curar.
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