La relación entre la dieta y el carácter agrio/amargado/iracundo

Comer sano no es, sólo, comer muchas frutas y verduras. Ni siquiera alimentos ecológicos o cereales integrales. Es mucho más que todo eso.

Por supuesto, hay que partir de una materia prima de la mayor calidad posible, pero no menos importante es cómo se combinan los alimentos en un menú, tanto como que los hábitos que se sigan sean apropiados (por ejemplo, masticar suficientemente la comida).

Una dieta o unos hábitos inapropiados pueden conseguir que el alimento que comas, aun siendo de excelente calidad, se degrade hasta convertirse en un veneno en tu organismo. Basta con que los mezcles inadecuadamente, que no mastiques bien la comida o que hagas una cena copiosa y al poco rato te metas en la cama. Un hecho que, de acontecer día tras día, puede llegar a arruinar por completo tu salud (esto es mucho más frecuente de lo que os imagináis).

¿Pero qué consecuencias puede acarrear todo esto al cabo de un tiempo, o incluso con los años?

Por de pronto, conviene tener muy presente que nuestras células necesitan nutrientes, no toxinas. Por eso, si lo que reciben es lo segundo dejaran de funcionar correctamente, y, con el tiempo, enfermarán (y, con ellas, los tejidos, órganos y sistemas que conforman). Pero de igual o mayor importancia es el hecho, paralelo, que va asociado a este drama orgánico: la influencia y la correspondencia de esas toxinas en el carácter del ser humano.

El cuerpo es el espejo exacto de la personalidad, es como una fotocopia superprecisa de lo que uno es en cada momento de su vida. A su vez, el cuerpo está hecho de lo que comemos, y determina y modela la personalidad del individuo (De lo que se come, se cría). Es un flujo de doble sentido.

Así pues, una dieta o unos hábitos inadecuados provocarán una sangre ácida, lo que determinará un carácter agrio (ácido) en el individuo.

Al mismo tiempo, un exceso de toxinas en el organismo tenderán a sobrecargar el hígado, lo que incrementará la rabia, la ira y la amargura en la persona (la bilis es extremadamente amarga, y provoca amargura si se retiene y no se saca afuera).

Por consiguiente, cuantas más toxinas haya en la dieta del individuo, o cuantas más se generen en su organismo como consecuencia de unos hábitos alimenticios inadecuados, tanto más desagradable tenderá a ser su carácter: agrio/amargo/iracundo.

Fijaos, por ejemplo, en la comida típica de un asesino en serie:

Desayuno: café (con mucho azúcar blanco) y varios donuts.
Entre horas: chocolate, golosinas y patatas fritas.
Comida: hamburguesas y pizzas o arroz chino.
Cena: carne y helado de postre.
Además, nada de fruta ni de verdura. Ni ningún alimento integral. Y, por si fuera poco, el individuo engullía la comida.

(La dieta anterior implica la generación de una gran cantidad de toxinas y una extrema acidificación de la sangre).

Sin embargo, el que sigue es un menú típico de un hunza (pobladores del Himalaya, caracterizados por su salud, su fuerza y su larga longevidad).

Desayuno: fruta desecada o fresca, frutos secos y queso de cabra (en momentos separados).
Comida: alubias con alguna verdura o alfalfa.
Cena: sopa de cebada con hortalizas.
Cabe destacar (todo esto está documentado) que los Hunzas sobrepasaban ampliamente los cien años, apenas enfermaban y era raro encontrar alguno que aparentase más de 40 años. Además, gozaban de un carácter apacible y cordial, y no conocían las guerras ni los enfrentamientos.

(Esta última dieta, sin embargo, resulta alcalinizante y si se acompaña de unos hábitos apropiados generará un nivel mínimo de toxinas en el organismo).

Como digo, estos hábitos insalubres están enormemente extendidos entre la población, y a menudo se gestan en la infancia (las más de las veces, no se corrigen nunca). De ahí la importancia de tomar conciencia de ello, procurar seguir unos hábitos de vida y de alimentación que contribuyan a reducir al mínimo el aporte/la generación de toxinas al organismo, fomentando aquéllos que nos permitan, además, depurarlas.

En suma: que cuanto más limpio (de toxinas) esté nuestro organismo, más limpia estará nuestra mente (de pensamientos negativos y de miedos) y nuestro corazón (de sentimientos oscuros o dolorosos)

Y tanto más limpios serán nuestros actos.

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