Un buen día conoces a una persona especial y empiezas a salir con ella. Hay empatía y el vínculo entre tú y ella crece. Compartís situaciones diversas juntos. Al principio todo es perfecto, agradable, pero al cabo de algún tiempo, inevitablemente, llega ese primer día en el que ella hace o dice algo que te disgusta, que te causa malestar; o bien lo haces tú. Una de dos.
Un número suficiente (variable según las parejas) de esos episodios, repetidos, tiende a desgastar la relación, lo que suele implicar la separación o el divorcio, la ruptura. Es cuestión de tiempo.
¿Sabíais que en Madrid (por ejemplo) se divorcia cada veinte minutos un matrimonio? Son estadísticas oficiales que no incluyen, por supuesto, a las parejas que no tienen su situación formalizada.
Sin embargo, existe un pequeño porcentaje de parejas que se mantienen unidas a lo largo de mucho tiempo. A su vez, ese grupo de parejas duraderas se subdivide en otros dos grupos: uno de ellos, formado por la mayoría, se compone de parejas que se mantienen estables por cuestiones de dependencia (económica, afectiva, psíquica, etc.), básicamente. A lo que sólo un pequeñísimo porcentaje compuesto por el otro subgrupo, contadísimas parejas, consiguen perdurar en virtud del amor.
Obviamente, sólo el amor es sobradamente potente y capaz de trascender toda esa suerte de avatares, contratiempos, desencuentros y confrontaciones que puedan surgir en el seno de una pareja.
El amor es respeto, comprensión, saber escuchar y perdonar, asertividad, ternura, consideración, valor, confianza, etc. Eso está muy claro. Lo difícil, a veces, es llevarlo a la práctica en según qué situaciones. Situaciones que te ponen a prueba, que sacan a relucir tus miserias más profundas (tus asignaturas pendientes, tus heridas y traumas no sanados), tu ego más ruidoso, así como el miedo y la inseguridad que llevas dentro.
Entonces te preguntas: ¿Cómo? ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo lograrlo? Deseo superarlo.
Desde luego, referentes adonde mirar no hay muchos.
Alguien podría decirme que los considerados grandes maestros de La Humanidad han explicado muy claramente cómo encarnar el amor en la vida del ser humano. Con todo, ¡la práctica totalidad de esos llamados maestros eran solteros! O sea, que de experiencia propia en relaciones de pareja, poquito o nada. Y de lo que se trata, a mi entender, es de hablar desde la experiencia y no desde la distancia. Es como que un obispo hable de la vida de pareja... Pues qué quieres que te diga...
Y es que la relación de pareja posee unas características intrínseca y unos matices muy concretos que la hacen diferente a cualquier otro tipo de relación humana. Por ejemplo: es fácil que una amistad dure años, incluso muchos. Seguro que todos tenemos amigos que conservamos desde hace largo tiempo. Y no es que no hayamos vivido momentos complicados con ellos. Claro que sí. Y puede que alguna que otra discusión. Pero, comoquiera que sea, en una relación de amistad se antoja más fácil resolver las diferencias que en una de pareja.
Soy consciente que para que una pareja dure en el tiempo (lo que la gente denomina comúnmente como pareja estable), al margen del miedo y de la dependencia, por supuesto, hace falta mucho, pero que mucho amor. Y no ya sólo de ese amor de enamoramiento sino de un amor vertebrado en una actitud consciente y voluntaria, un amor ejercitado, un clase de amor que requiere de nosotros un crecimiento personal. Por eso mismo, porque ese tipo de amor exige tanto de un ser humano, es que tan pocas personas lo logran.
La otra alternativa es ir de flor en flor, es decir, ir probando y probando distintas relaciones y terminarlas cuando uno empieza a sentirse cansado o cuando comienzan a surgir las dificultades. Pero, claro, esa opción satisface a pocos. Más que nada, porque implica una sensación de desarraigo o de excesivo desapego del otro, y porque lo que dejas pendiente por resolver con una pareja tiendes a vivirlo con la siguiente. He conocido decenas de casos; y yo mismo lo he sufrido.
No sé si por mi parte es muy aventurado imaginar que lo que la mayoría de gente desea, en el fondo, es conformar un todo con otro ser. Me refiero a que dos individuos formen una unidad bien cohesionada. Pues a fin de cuentas, en esencia, eso es lo que somos: una unidad (aunque nuestra mente nos haga creer lo contrario -que sólo somos una individualidad y nada más-).
Yo, al menos en esta materia, me he equivocado muchas, muchísimas veces. He probado distintas fórmulas. Y, con el tiempo, voy llegando a algunas conclusiones. Pero me considero un muy modesto aprendiz al que le queda casi todo por aprender.
Así que ya os iré contando sobre la marcha...
Un número suficiente (variable según las parejas) de esos episodios, repetidos, tiende a desgastar la relación, lo que suele implicar la separación o el divorcio, la ruptura. Es cuestión de tiempo.
¿Sabíais que en Madrid (por ejemplo) se divorcia cada veinte minutos un matrimonio? Son estadísticas oficiales que no incluyen, por supuesto, a las parejas que no tienen su situación formalizada.
Sin embargo, existe un pequeño porcentaje de parejas que se mantienen unidas a lo largo de mucho tiempo. A su vez, ese grupo de parejas duraderas se subdivide en otros dos grupos: uno de ellos, formado por la mayoría, se compone de parejas que se mantienen estables por cuestiones de dependencia (económica, afectiva, psíquica, etc.), básicamente. A lo que sólo un pequeñísimo porcentaje compuesto por el otro subgrupo, contadísimas parejas, consiguen perdurar en virtud del amor.
Obviamente, sólo el amor es sobradamente potente y capaz de trascender toda esa suerte de avatares, contratiempos, desencuentros y confrontaciones que puedan surgir en el seno de una pareja.
El amor es respeto, comprensión, saber escuchar y perdonar, asertividad, ternura, consideración, valor, confianza, etc. Eso está muy claro. Lo difícil, a veces, es llevarlo a la práctica en según qué situaciones. Situaciones que te ponen a prueba, que sacan a relucir tus miserias más profundas (tus asignaturas pendientes, tus heridas y traumas no sanados), tu ego más ruidoso, así como el miedo y la inseguridad que llevas dentro.
Entonces te preguntas: ¿Cómo? ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo lograrlo? Deseo superarlo.
Desde luego, referentes adonde mirar no hay muchos.
Alguien podría decirme que los considerados grandes maestros de La Humanidad han explicado muy claramente cómo encarnar el amor en la vida del ser humano. Con todo, ¡la práctica totalidad de esos llamados maestros eran solteros! O sea, que de experiencia propia en relaciones de pareja, poquito o nada. Y de lo que se trata, a mi entender, es de hablar desde la experiencia y no desde la distancia. Es como que un obispo hable de la vida de pareja... Pues qué quieres que te diga...
Y es que la relación de pareja posee unas características intrínseca y unos matices muy concretos que la hacen diferente a cualquier otro tipo de relación humana. Por ejemplo: es fácil que una amistad dure años, incluso muchos. Seguro que todos tenemos amigos que conservamos desde hace largo tiempo. Y no es que no hayamos vivido momentos complicados con ellos. Claro que sí. Y puede que alguna que otra discusión. Pero, comoquiera que sea, en una relación de amistad se antoja más fácil resolver las diferencias que en una de pareja.
Soy consciente que para que una pareja dure en el tiempo (lo que la gente denomina comúnmente como pareja estable), al margen del miedo y de la dependencia, por supuesto, hace falta mucho, pero que mucho amor. Y no ya sólo de ese amor de enamoramiento sino de un amor vertebrado en una actitud consciente y voluntaria, un amor ejercitado, un clase de amor que requiere de nosotros un crecimiento personal. Por eso mismo, porque ese tipo de amor exige tanto de un ser humano, es que tan pocas personas lo logran.
La otra alternativa es ir de flor en flor, es decir, ir probando y probando distintas relaciones y terminarlas cuando uno empieza a sentirse cansado o cuando comienzan a surgir las dificultades. Pero, claro, esa opción satisface a pocos. Más que nada, porque implica una sensación de desarraigo o de excesivo desapego del otro, y porque lo que dejas pendiente por resolver con una pareja tiendes a vivirlo con la siguiente. He conocido decenas de casos; y yo mismo lo he sufrido.
No sé si por mi parte es muy aventurado imaginar que lo que la mayoría de gente desea, en el fondo, es conformar un todo con otro ser. Me refiero a que dos individuos formen una unidad bien cohesionada. Pues a fin de cuentas, en esencia, eso es lo que somos: una unidad (aunque nuestra mente nos haga creer lo contrario -que sólo somos una individualidad y nada más-).
Yo, al menos en esta materia, me he equivocado muchas, muchísimas veces. He probado distintas fórmulas. Y, con el tiempo, voy llegando a algunas conclusiones. Pero me considero un muy modesto aprendiz al que le queda casi todo por aprender.
Así que ya os iré contando sobre la marcha...
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