
Podéis imaginar que no me gusta el boxeo. Pero quizá no imaginéis hasta qué punto me identifico (o quisera identificarme) con el protagonista de esta película: un boxeador.
Cinderella Man está basada en la historia real de James J. Braddock, un hombre que tras haberse prácticamente retirado del boxeo, volvió a boxear durante los años de la Gran Depresión para poder alimentar a su familia. No era un boxeador con talento, pero su coraje, sacrificio y dignidad le impulsaron a lo más alto...
Aparte de la magnífica interpretación de Russel Crowe y de todo el elenco de actores y actrices que intervienen en el filme, se trata de una exquisita superproducción de Hollywood dirigida por el oscarizado Ron Howard.
Ya os digo: en pocas películas que yo haya visto (como, por ejemplo, el papel de Henry Fonda en Doce hombres sin piedad) se dibuja como en ésta, y de un modo tan preciso, bello y rotundo, la figura paradigmática de un hombre íntegro, digno y bondadoso (casi diría yo impecable). Siendo este retrato lo que más me ha impactado y emocionado del largometraje.
En un mundo, como en el que vivimos, tan escaso de dignos referentes, a los que poder mirar buscando inspiración, en esta película encontramos uno. Y al mismo tiempo constatamos la veracidad de un hecho probado: y es que al lado de un gran hombre siempre hay una gran mujer.
Y viceversa.
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