Hace casi un año escribí un artículo en Saliment donde explicaba el principio de correspondencia entre el sistema inmunitario y la actitud del ser humano, estableciendo un símil entre aquél y un ejército.
Como el tema da mucho de sí, quisiera hoy abundar en la psicosomática del sistema inmunitario, e ilustrarla con algunos casos reales en los que se ve claramente la correlación entre la falta de asertividad y las defensas bajas.
Ante todo, me gustaría destacar la metáfora asociada al sistema inmunitario: el encargado de defender la integridad de nuestro territorio, entendiendo como territorio nuestro cuerpo y la persona que somos (Carlos, Patricia, Miguel, Aurora...), es decir, nuestro Yo.
En segundo lugar, es imprescindible entender que nuestro cuerpo va a remolque de nuestra mente y de nuestras emociones, supeditándose a éstas. Es decir, que si nosotros no sabemos defendernos (ante la vida, ante un conflicto con alguien, ante una agresión), nuestro sistema inmunitario (compuesto por millones de células) tampoco sabrá, a lo que terminará sucumbiendo ante el ataque de un enemigo hostil (virus, bacteria, hongo, etc.).
Y en tercer lugar: para que nuestro sistema inmunitario responda adecuadamente a los retos que se le planteen, y habida cuenta de lo mencionado en los dos párrafos precedentes, no es necesario que nos volvamos presonas agresivas, ni, menos aún, temerosas o cobardes. Se trata de ser asertivos, es decir, ser capaces de hacer valer nuestra opinión o nuestros derechos sin ser agresivos ni pasivos; o dicho de otro modo, ni dañar a los demás ni dejar que nos dañen.
Insisto, y lo subrayo: aunque llevemos un estilo de vida muy saludable, y una alimentación muy equilibrada y natural, en modo alguno podremos pretender que nuestro sistema inmunitario responda eficazmente si no somos resueltos, valientes y asertivos. De ninguna de las maneras.
CASO NÚMERO 1
Una mujer viuda de 47 años vive en su domicilio con un hijo de 25 que no estudia ni trabaja (y sin intención de hacerlo), y que vive saprófitamente de la pensión de su madre. Además, el hijo la maltrata psicológicamente. Y ella, por su parte, no lo echa de casa porque tiene dependecia emocional de él, y porque piensa que si él se va ya no tendrá ninguna razón importante para seguir viviendo (muy baja autoestima).
La referida sufre de depresiones recurrentes (le falta presión=fuerza para plantarle cara a su hijo), infección por hongos en los pies y en las piernas (los que le llevan por un camino inadecuado), resfriados también frecuentes y bronquitis crónica (delatores de conflictos interpersonales). También es anémica (falta de hierro=falta de Fe=falta de fortaleza y autoconfianza).
CASO NÚMERO 2
Una joven pareja. Él es muy dominante; y ella, más bien, sumisa. Él lleva la voz cantante en las decisiones y ella las acepta de forma reiterada y callada por no discutir. Pero no se trata de discutir, sino de ser asertiva, ponerse en su sitio y no transigir con las conductas irrespetuosas y humillantes de la persona con la que compartes tu vida.
Ella padece de una carraspera crónica (lo que le gustaría decir y sin embargo se calla), caída de cabello (falta de fuerza y transparencia), alergias varias (en el fondo, a él), colon irritable (lo que le irrita de él y no puede asimilar) y continuas infecciones de orina (le duele deshacerse de aquello que le sobra).
CASO NÚMERO 3
Un chico de 27 años, funcionario, vive con un hermano de 23. Este último es muy propenso a comer de forma poco saludable, de manera que a menudo le ofrece dulces y cigarrillos al primero. El hermano mayor no sabe decir que no, por lo que ingiere galletas, bollería industrial, chocolate y fuma tabaco con frecuencia. Por eso, ha desarrollado una candidiasis rebelde, distintas afecciones asociadas al sistema nervioso y una salud cada vez más precaria.
En este caso, es el propio individuo el que, además de no ser asertivo, tampoco vela por la integridad de su territorio (cuerpo), castigándolo con sustancias tóxicas, y convirtiéndose en su propio enemigo, en vez de ser su defensor (merced a la autoestima).
Todos ellos, como he remarcado, constituyen casos reales. Casos cuya evolución he podido seguir de cerca y que ponen de manifiesto esta estrecha correspondencia entre la falta de asertividad de todas estas personas y la merma de su sistema inmunitario.
Como el tema da mucho de sí, quisiera hoy abundar en la psicosomática del sistema inmunitario, e ilustrarla con algunos casos reales en los que se ve claramente la correlación entre la falta de asertividad y las defensas bajas.
Ante todo, me gustaría destacar la metáfora asociada al sistema inmunitario: el encargado de defender la integridad de nuestro territorio, entendiendo como territorio nuestro cuerpo y la persona que somos (Carlos, Patricia, Miguel, Aurora...), es decir, nuestro Yo.
En segundo lugar, es imprescindible entender que nuestro cuerpo va a remolque de nuestra mente y de nuestras emociones, supeditándose a éstas. Es decir, que si nosotros no sabemos defendernos (ante la vida, ante un conflicto con alguien, ante una agresión), nuestro sistema inmunitario (compuesto por millones de células) tampoco sabrá, a lo que terminará sucumbiendo ante el ataque de un enemigo hostil (virus, bacteria, hongo, etc.).
Y en tercer lugar: para que nuestro sistema inmunitario responda adecuadamente a los retos que se le planteen, y habida cuenta de lo mencionado en los dos párrafos precedentes, no es necesario que nos volvamos presonas agresivas, ni, menos aún, temerosas o cobardes. Se trata de ser asertivos, es decir, ser capaces de hacer valer nuestra opinión o nuestros derechos sin ser agresivos ni pasivos; o dicho de otro modo, ni dañar a los demás ni dejar que nos dañen.
Insisto, y lo subrayo: aunque llevemos un estilo de vida muy saludable, y una alimentación muy equilibrada y natural, en modo alguno podremos pretender que nuestro sistema inmunitario responda eficazmente si no somos resueltos, valientes y asertivos. De ninguna de las maneras.
CASO NÚMERO 1
Una mujer viuda de 47 años vive en su domicilio con un hijo de 25 que no estudia ni trabaja (y sin intención de hacerlo), y que vive saprófitamente de la pensión de su madre. Además, el hijo la maltrata psicológicamente. Y ella, por su parte, no lo echa de casa porque tiene dependecia emocional de él, y porque piensa que si él se va ya no tendrá ninguna razón importante para seguir viviendo (muy baja autoestima).
La referida sufre de depresiones recurrentes (le falta presión=fuerza para plantarle cara a su hijo), infección por hongos en los pies y en las piernas (los que le llevan por un camino inadecuado), resfriados también frecuentes y bronquitis crónica (delatores de conflictos interpersonales). También es anémica (falta de hierro=falta de Fe=falta de fortaleza y autoconfianza).
CASO NÚMERO 2
Una joven pareja. Él es muy dominante; y ella, más bien, sumisa. Él lleva la voz cantante en las decisiones y ella las acepta de forma reiterada y callada por no discutir. Pero no se trata de discutir, sino de ser asertiva, ponerse en su sitio y no transigir con las conductas irrespetuosas y humillantes de la persona con la que compartes tu vida.
Ella padece de una carraspera crónica (lo que le gustaría decir y sin embargo se calla), caída de cabello (falta de fuerza y transparencia), alergias varias (en el fondo, a él), colon irritable (lo que le irrita de él y no puede asimilar) y continuas infecciones de orina (le duele deshacerse de aquello que le sobra).
CASO NÚMERO 3
Un chico de 27 años, funcionario, vive con un hermano de 23. Este último es muy propenso a comer de forma poco saludable, de manera que a menudo le ofrece dulces y cigarrillos al primero. El hermano mayor no sabe decir que no, por lo que ingiere galletas, bollería industrial, chocolate y fuma tabaco con frecuencia. Por eso, ha desarrollado una candidiasis rebelde, distintas afecciones asociadas al sistema nervioso y una salud cada vez más precaria.
En este caso, es el propio individuo el que, además de no ser asertivo, tampoco vela por la integridad de su territorio (cuerpo), castigándolo con sustancias tóxicas, y convirtiéndose en su propio enemigo, en vez de ser su defensor (merced a la autoestima).
Todos ellos, como he remarcado, constituyen casos reales. Casos cuya evolución he podido seguir de cerca y que ponen de manifiesto esta estrecha correspondencia entre la falta de asertividad de todas estas personas y la merma de su sistema inmunitario.
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