Cada cierto tiempo la gente lava y limpia su coche. Lo mismo sucede con la casa, la ropa, la vajilla. Y a diario, quien más y quien menos, se ducha, se lava los dientes y la cara al levantarse. Es algo muy normal. Parece lógico. Sin embargo, ¿con qué frecuencia nos limpiamos por dentro? ¿Cada cuánto tiempo limpiamos (de toxinas, se entiende) nuestros intestinos, nuestro hígado, nuestros riñones o nuestros pulmones? ¿Una vez a la semana? ¿Una vez al mes? ¿Cada seis meses? ¿Una vez al año?
Por favor, que levante la mano quien no lo haga nunca. Hay algunas manos levantadas, ¿verdad? ¿Cómo puede ser? ¿En verdad, nuestra casa, nuestro coche o nuestra ropa pueden llegar a ser más importantes que nuestro propio organismo? Por otro lado, me pregunto, ¿qué consecuencias para nuestra salud y para nuestro bienestar puede acarrear el hecho de no limpiarnos nunca por dentro? ¿Qué sucedería si nunca limpiáramos nuestra casa, o nuestro coche, o el horno, o el frigorífico? ¿Os lo imagináis? Y por último, ¿puede sorprender que la gente enferme a menudo, o gravemente, si nunca se limpia por dentro?
Son muchas preguntas, lo sé, pero las respuestas me parecen tan obvias que doy por sentado que las imagináis. Por eso, si os parece, hoy podemos hablar de hacer una limpieza general... en nuestro organismo.
Si lo que pretendiéramos fuese, por ejemplo, limpiar nuestra casa, ¿cuál sería el elemento imprescindible para tal efecto? Si estabais pensando en el agua, respuesta acertada.
El limpiador del baño, el antical, la fregona, la vaporeta, los cristales, los azulejos, todos precisan de agua. Y si se trata de hacer una limpieza general, además, en abundancia. (bastante más cantidad de la que requiere una casa cuando no se está haciendo limpieza). Pues lo mismo, exactamente igual, ocurriría con nuestro cuerpo. ¿Limpiarlo sin agua? Algo muy difícil de imaginar.
Si estáis enfermos, o, simplemente, deseáis limpiaros por dentro (de forma profiláctica), no importa si pensáis usar tomillo, propóleo, echinácea o zumo de limón. Vuestro organismo necesitará, sobre todo, mucha agua pura (pocos minerales) para poder disolver la porquería (toxinas, grasas sobrantes, residuos metabólicos, etc.), arrastrarla y sacarla al exterior (a través del sudor y de la orina, principalmente). Y toda esta agua, ¿en qué se traduciría a la hora de limpiarnos?
Para limpiarnos por dentro nos hará falta agua en forma de:
- agua pura con pocos minerales (puede ser de manantial o depurada en casa con algún sistema adecuado),
- caldos de verduras (principalmente, cebolla, apio, puerro, coles y ajo; todos ellos, ricos en azufre, muy desintoxicante),
- zumo de limón (diluido en mayor o menor medida con agua; uno de los depurativos más potentes que nos ofrece la naturaleza),
- jengibre fresco (mezclado con cualquiera de los ingredientes mencionados en esta lista),
- zumos de frutas (particularmente, ácidas mezcladas con manzana),
- infusiones (en principio, cualquier combinación de hierbas que resulte moderadamente depurativa),
- purés de verduras,
- lavativas (con la técnica apropiada, una excelente e inocua forma de limpiar el intestino; en particular, el colon),
- saunas (una de las mejores y más eficaces maneras que existen para depurar nuestra sangre y nuestro organismo).
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