Corría 1985 cuando en las pantallas de TVE (no había más cadenas en aquella época) irrumpieron unos simpáticos anuncios de Philips en los que se daban a conocer unas, denominadas, bombillas de bajo consumo. Algo inaudito hasta la fecha en España.
La marca que había inventado sólo unos cuantos años antes el compact disc (que, milagrosamente, aún no ha sucumbido al azote del mp3) nos sorprendía entonces con unas enormes bombillas de más de medio quilo de peso y cuyo precio sobrepasaba las 2000 pesetas (de las de entonces). Eso sí, la prestigiosa marca holandesa prometía un ahorro energético de casi el 75%, ya que la mayor parte de la electricidad consumida por la novedosa bombilla sería convertida eficazmente en luz.
Desde luego, poca gente estaba dispuesta a gastarse ese dineral en unas enormes, pesadas, y, para algunos, feas bombillas. Además, en aquel momento, ecología era una palabra que apenas se pronunciaba (ni siquiera había contendores específicos para el reciclado en las calles), y que, por tanto, todavía no tenía calado en la sociedad. Así que si existía alguien dispuesto a dedicar parte de su sueldo a esos cachivaches lo haría para ahorrar dinero en la factura de la luz, y no precisamente para contribuir a la buena salud del planeta. Comoquiera que fuese, mi familia tuvo la luminosa idea invertir en algunas de esas bombillas.
De entre todas ellas, me ha sobrevivido una de:
- 25 vatios,
- 600 g de peso,
- capacidad lumínica de 1200 lúmenes (equivalente a la luz que proporcionarían 1200 velas juntas),
- temperatura del color de 2700 K, es decir, una luz cálida, frente a los 6400 K (luz fría) que proporcionan muchas bombillas de bajo consumo;
- tiempo necesario para máxima intensidad lumínica: 3 minutos.
Es la que tengo instalada en la lámpara de mi despacho, y que lo ilumina generosamente con una potente luz cálida. Pero, sin lugar a dudas, lo más sorprendente es que esta bombilla lleva luciendo desde 1985, es decir, hace 23 años (y sin detrimento significativo de su luminosidad). Nada más y nada menos. Todo un récord que bien merecía un artículo en Saliment.
No obstante, el futuro de la iluminación se denomina LED (Diodo Emisor de Luz). Una avanzada tecnología que ya incorporan muchas linternas y faros de vehículos, proporcionando una luz extremadamente potente con un consumo eléctrico ultrarreducido. Para que os hagáis una idea, una bombilla LED que genere la misma luz (1200 lúmenes) que mi anciana bombilla SL de Philips sólo gastaría entre 5 y 7 vatios por hora (aproximadamente, la quinta parte que una de bajo consumo y la vigésima de una normal o halógena). A lo que habría que sumarle una longevidad de varias décadas. ¿Inconveniente? El precio (posiblemente, tan caras como las primeras de bajo consumo que salieron al mercado).
Entretanto, hasta que se abaraten los precios (en torno a los 45 euros) de las bombillas LED, y hasta que se puedan adquirir normalmente en las tiendas, bien haremos en invertir en bombillas de bajo consumo. Lo agradecerá nuestro bolsillo, y, por supuesto, nuestra amada madre Tierra.
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OBSERVACIÓN: si os disponéis a adquirir unas bombillas de bajo consumo (en muchas tiendas multiprecio podéis comprar algunas de buena calidad y de fabricación española por menos de 5 euros), la temperatura del color es un dato importante que conviene tener en cuenta (suele indicarse en el anillo de plástico situado entre la rosca y el tubo de vidrio de la bombilla). Hace referencia al tipo de luz que proporciona el dispositivo: fría (6400 K) o cálida (2700 K). La primera es una luz blanca intensa, pero fría, que puede venir bien para una galería o un armario, para zonas exteriores, un garaje, un cuarto trastero, etc. La segunda proporciona una luz cálida, ideal para habitaciones, dormitorios, comedores, para leer o para colocarla en una lámpara junto al televisor o la pantalla del ordenador.
La marca que había inventado sólo unos cuantos años antes el compact disc (que, milagrosamente, aún no ha sucumbido al azote del mp3) nos sorprendía entonces con unas enormes bombillas de más de medio quilo de peso y cuyo precio sobrepasaba las 2000 pesetas (de las de entonces). Eso sí, la prestigiosa marca holandesa prometía un ahorro energético de casi el 75%, ya que la mayor parte de la electricidad consumida por la novedosa bombilla sería convertida eficazmente en luz.
Desde luego, poca gente estaba dispuesta a gastarse ese dineral en unas enormes, pesadas, y, para algunos, feas bombillas. Además, en aquel momento, ecología era una palabra que apenas se pronunciaba (ni siquiera había contendores específicos para el reciclado en las calles), y que, por tanto, todavía no tenía calado en la sociedad. Así que si existía alguien dispuesto a dedicar parte de su sueldo a esos cachivaches lo haría para ahorrar dinero en la factura de la luz, y no precisamente para contribuir a la buena salud del planeta. Comoquiera que fuese, mi familia tuvo la luminosa idea invertir en algunas de esas bombillas.
De entre todas ellas, me ha sobrevivido una de:
- 25 vatios,
- 600 g de peso,
- capacidad lumínica de 1200 lúmenes (equivalente a la luz que proporcionarían 1200 velas juntas),
- temperatura del color de 2700 K, es decir, una luz cálida, frente a los 6400 K (luz fría) que proporcionan muchas bombillas de bajo consumo;
- tiempo necesario para máxima intensidad lumínica: 3 minutos.
Es la que tengo instalada en la lámpara de mi despacho, y que lo ilumina generosamente con una potente luz cálida. Pero, sin lugar a dudas, lo más sorprendente es que esta bombilla lleva luciendo desde 1985, es decir, hace 23 años (y sin detrimento significativo de su luminosidad). Nada más y nada menos. Todo un récord que bien merecía un artículo en Saliment.
No obstante, el futuro de la iluminación se denomina LED (Diodo Emisor de Luz). Una avanzada tecnología que ya incorporan muchas linternas y faros de vehículos, proporcionando una luz extremadamente potente con un consumo eléctrico ultrarreducido. Para que os hagáis una idea, una bombilla LED que genere la misma luz (1200 lúmenes) que mi anciana bombilla SL de Philips sólo gastaría entre 5 y 7 vatios por hora (aproximadamente, la quinta parte que una de bajo consumo y la vigésima de una normal o halógena). A lo que habría que sumarle una longevidad de varias décadas. ¿Inconveniente? El precio (posiblemente, tan caras como las primeras de bajo consumo que salieron al mercado).
Entretanto, hasta que se abaraten los precios (en torno a los 45 euros) de las bombillas LED, y hasta que se puedan adquirir normalmente en las tiendas, bien haremos en invertir en bombillas de bajo consumo. Lo agradecerá nuestro bolsillo, y, por supuesto, nuestra amada madre Tierra.
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OBSERVACIÓN: si os disponéis a adquirir unas bombillas de bajo consumo (en muchas tiendas multiprecio podéis comprar algunas de buena calidad y de fabricación española por menos de 5 euros), la temperatura del color es un dato importante que conviene tener en cuenta (suele indicarse en el anillo de plástico situado entre la rosca y el tubo de vidrio de la bombilla). Hace referencia al tipo de luz que proporciona el dispositivo: fría (6400 K) o cálida (2700 K). La primera es una luz blanca intensa, pero fría, que puede venir bien para una galería o un armario, para zonas exteriores, un garaje, un cuarto trastero, etc. La segunda proporciona una luz cálida, ideal para habitaciones, dormitorios, comedores, para leer o para colocarla en una lámpara junto al televisor o la pantalla del ordenador.
Magnifico articulo! Un fuerte saludo
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