En otras ocasiones os he comentado las causas conductuales de determinadas enfermedades y afecciones y su correspondiente interpretación psicosomática. Lo que os comento hoy es justo lo contrario: cómo desarrollar actitudes positivas y constructivas que, a modo de profilácticos, mantengan alejadas determinadas afecciones y enfermedades propios de la Navidad (y que son la consecuencia directa de algunos conflictos humanos que terminan materializándose en el cuerpo).
Veamos, a propósito de esta interesante cuestión, algunos ejemplos ilustrativos.
Para evitar...
...la fiebre: será necesario no acumular ira. Y si ésta surge, expresarla, canalizarla hacia el exterior. En ningún caso se trataría de echar esa ira encima de nadie. Por ejemplo: si alguien se comporta de un modo agresivo y ofensivo con vosotros (que nos quema) y sentís ganas de propinarle un puñetazo, guardad esas ganas y dadle el puñetazo a una almohada cuando lleguéis a casa. Si os apetece gritar, no le gritéis a alguien; buscad un momento y lugar oportuno y gritad entonces. Es muy simple el método, pero requiere de práctica, de ejercicio. El objetivo primordial es no acumular ni reprimir la ira. Aunque ésta también se puede canalizar escribiendo, cortando leña, corriendo, bailando, etc.
...la mucosidad: no darle vueltas y más vueltas a los asuntos que nos disgustan, procurando que el pensamiento fluya; y, con él, nosotros. No quedarnos atascados o enganchados con situaciones o comentarios que nos han disgustado. Quitarles importancia, trascenderlos, pensando que las personas a menudo se comportan de un modo desagradable porque tienen problemas, frustraciones, miedos, desamor, etc.
...la tentación de darse un atracón de comida: vivir la vida en plenitud, disfrutando de la compañía de los demás, riendo y jugando con las personas, permitiéndose esas licencias que a menudo se reprimen, realizando actividades que nos llenen, que nos entusiasmen, que nos ilusionen; compartiendo momentos con esas personas de las que disfrutamos plenamente; sacándole jugo a la vida.
...los dolores de estómago: no sintiéndose dolido u ofendido por aquellas situaciones que vivimos y que nos desagradan, para lo cual vendrá muy bien la tolerancia y la comprensión. Afrontando con buen talante esas situaciones que, a priori, creemos que no vamos a poder digerir. Cuanto más fuertes seamos, más fuerte será nuestro estómago; y tanto más potente su capacidad digestiva.
...la tos: expulsando de nuestro interior todo aquello que sea tóxico y que tenga que ver con nuestra relación con personas cercanas: rencor, resentimiento, incomprensión, intolerancia, etc.
...el frío en el cuerpo o en las extremidades (manos, pies): siendo más cariñoso, más tierno con los demás, más dulce a la hora de decir las cosas, más cálido al caminar por la vida (pies), a la hora de contactar (señalar, dirigir) con los demás (manos).
...el dolor: evitando, en la medida de los posible, no hacer daño a nadie; y eso nos incluye a nosotros. Siempre es mejor tratarse con respeto, con justicia y con cariño. Además, en la medida en que lo hagamos con nosotros mismos (autoestima), tenderemos a hacerlo con los demás (amor).
...el sobrepeso: ir deshaciéndose, conforme se manifiesten, de todas aquellas facetas, materiales o no (actitudes hirientes, puntos de vista erróneos, ideas obsoletas o improductivas) que sobren en nuestra vida.
...la depresión: no dejar que baje la presión de la caldera. La presión que le permite a la locomotora de nuestra vida seguir avanzando a la velocidad justa (ni más ni menos). Porque si la presión es en cada momento la que corresponde, y no decrece, la velocidad será la adecuada para llegar a tiempo a nuestro destino: el bienestar.
...la soledad: abriéndose al mundo, a las personas (quienesquiera que sean), a las múltiples oportunidades que nos ofrece la vida a cada instante. Imaginando que hay un montón de gente en todas partes con ganas de conocer a otras personas (entre las que podemos contarnos). Viendo en cada encuentro con otro ser humano la ocasión perfecta para enriquecerse, para aprender y para compartir todas aquellas cosas que nos unen a las demás (antes que focalizarse en las diferencias que nos separan).
...la incertidumbre: acostumbrándonos a su presencia en vez de rechazarla. Porque ella es la esencia de la vida. Nadie sabe lo que va a suceder dentro de un momento, ni mañana, ni al cabo de un año. Lo que está por llegar es siempre un profundo misterio. Y hasta es hermoso que así sea: una sorpresa, una aventura, que nos regala la vida para que la vivamos del mejor modo posible, sacando lo más bello que todos llevamos dentro (ya sabemos el qué).
Veamos, a propósito de esta interesante cuestión, algunos ejemplos ilustrativos.
Para evitar...
...la fiebre: será necesario no acumular ira. Y si ésta surge, expresarla, canalizarla hacia el exterior. En ningún caso se trataría de echar esa ira encima de nadie. Por ejemplo: si alguien se comporta de un modo agresivo y ofensivo con vosotros (que nos quema) y sentís ganas de propinarle un puñetazo, guardad esas ganas y dadle el puñetazo a una almohada cuando lleguéis a casa. Si os apetece gritar, no le gritéis a alguien; buscad un momento y lugar oportuno y gritad entonces. Es muy simple el método, pero requiere de práctica, de ejercicio. El objetivo primordial es no acumular ni reprimir la ira. Aunque ésta también se puede canalizar escribiendo, cortando leña, corriendo, bailando, etc.
...la mucosidad: no darle vueltas y más vueltas a los asuntos que nos disgustan, procurando que el pensamiento fluya; y, con él, nosotros. No quedarnos atascados o enganchados con situaciones o comentarios que nos han disgustado. Quitarles importancia, trascenderlos, pensando que las personas a menudo se comportan de un modo desagradable porque tienen problemas, frustraciones, miedos, desamor, etc.
...la tentación de darse un atracón de comida: vivir la vida en plenitud, disfrutando de la compañía de los demás, riendo y jugando con las personas, permitiéndose esas licencias que a menudo se reprimen, realizando actividades que nos llenen, que nos entusiasmen, que nos ilusionen; compartiendo momentos con esas personas de las que disfrutamos plenamente; sacándole jugo a la vida.
...los dolores de estómago: no sintiéndose dolido u ofendido por aquellas situaciones que vivimos y que nos desagradan, para lo cual vendrá muy bien la tolerancia y la comprensión. Afrontando con buen talante esas situaciones que, a priori, creemos que no vamos a poder digerir. Cuanto más fuertes seamos, más fuerte será nuestro estómago; y tanto más potente su capacidad digestiva.
...la tos: expulsando de nuestro interior todo aquello que sea tóxico y que tenga que ver con nuestra relación con personas cercanas: rencor, resentimiento, incomprensión, intolerancia, etc.
...el frío en el cuerpo o en las extremidades (manos, pies): siendo más cariñoso, más tierno con los demás, más dulce a la hora de decir las cosas, más cálido al caminar por la vida (pies), a la hora de contactar (señalar, dirigir) con los demás (manos).
...el dolor: evitando, en la medida de los posible, no hacer daño a nadie; y eso nos incluye a nosotros. Siempre es mejor tratarse con respeto, con justicia y con cariño. Además, en la medida en que lo hagamos con nosotros mismos (autoestima), tenderemos a hacerlo con los demás (amor).
...el sobrepeso: ir deshaciéndose, conforme se manifiesten, de todas aquellas facetas, materiales o no (actitudes hirientes, puntos de vista erróneos, ideas obsoletas o improductivas) que sobren en nuestra vida.
...la depresión: no dejar que baje la presión de la caldera. La presión que le permite a la locomotora de nuestra vida seguir avanzando a la velocidad justa (ni más ni menos). Porque si la presión es en cada momento la que corresponde, y no decrece, la velocidad será la adecuada para llegar a tiempo a nuestro destino: el bienestar.
...la soledad: abriéndose al mundo, a las personas (quienesquiera que sean), a las múltiples oportunidades que nos ofrece la vida a cada instante. Imaginando que hay un montón de gente en todas partes con ganas de conocer a otras personas (entre las que podemos contarnos). Viendo en cada encuentro con otro ser humano la ocasión perfecta para enriquecerse, para aprender y para compartir todas aquellas cosas que nos unen a las demás (antes que focalizarse en las diferencias que nos separan).
...la incertidumbre: acostumbrándonos a su presencia en vez de rechazarla. Porque ella es la esencia de la vida. Nadie sabe lo que va a suceder dentro de un momento, ni mañana, ni al cabo de un año. Lo que está por llegar es siempre un profundo misterio. Y hasta es hermoso que así sea: una sorpresa, una aventura, que nos regala la vida para que la vivamos del mejor modo posible, sacando lo más bello que todos llevamos dentro (ya sabemos el qué).
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