Hoy comparto con vosotros/as una deliciosa escena que he extraído de la película El retrato de Dorian Gray (basada en la novela del mismo título, escrita por Oscar Wilde). Y lo hago porque me identifico casi plenamente (en algunos pasajes, yo entraría en matices) con el brillante comentario que elocuentemente le regala Lord Henry Wotton (el caballero que lleva sombrero) a Dorian Gray (el agraciado joven que toca el piano).
En particular, cuando aquél dice:
...porque el fin de la vida es el desarrollo personal, para alcanzar plenamente a la naturaleza de uno mismo. Para eso estamos aquí.
Una persona debería vivir exteriormente su vida, dar forma a todo sentimiento, expresión a todo pensamiento, realidad a todo sueño. Todo impulso que reprimimos anida en la mente, envenándonos. Sólo hay un modo de vencer la tentación: cediendo ante ella. Resístala, y el alma enfermará con el ansia de las cosas que a sí misma se ha prohibido.
[...] El tiempo no envidia, señor Gray. No despilfarre el oro de sus días; ¡viva! No pierda ninguna oportunidad que se le ofrezca. No tenga miedo a nada.
En particular, cuando aquél dice:
...porque el fin de la vida es el desarrollo personal, para alcanzar plenamente a la naturaleza de uno mismo. Para eso estamos aquí.
Una persona debería vivir exteriormente su vida, dar forma a todo sentimiento, expresión a todo pensamiento, realidad a todo sueño. Todo impulso que reprimimos anida en la mente, envenándonos. Sólo hay un modo de vencer la tentación: cediendo ante ella. Resístala, y el alma enfermará con el ansia de las cosas que a sí misma se ha prohibido.
[...] El tiempo no envidia, señor Gray. No despilfarre el oro de sus días; ¡viva! No pierda ninguna oportunidad que se le ofrezca. No tenga miedo a nada.
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