¿Cuál es la dieta perfecta?

Cuando se pronuncia la palabra dieta muchas personas piensan en aquello que uno/a come durante una temporada para perder peso. Aunque esto no es exactamente así. Veamos lo que dice el diccionario de la RAE.

dieta. Biol. Conjunto de sustancias que regularmente se ingieren como alimento.

O, dicho de otro modo: la dieta consiste en el conjunto de alimentos que el individuo va ingiriendo a lo largo del día y de forma habitual. Lo que no necesariamente tiene que ver con perder peso, sino, las más de las veces, con mantenerse vivo. Y, muy a menudo, con la búsqueda del placer.

Formas de alimentarse hay muchas, múltiples tendencias y corrientes: macrobióticos, vegetarianos, crudívoros, omnívoros... ¿Cuál es, entonces, la mejor? Hay algo que tengo muy claro: no existe una regla fija que valga para siempre y para todas las personas. Lo que a unos les puede ir de maravilla, a otros les puede resultar contraproducente o hasta perjudicial. Por otro lado, las personas vamos cambiando con el tiempo, según las circunstancias de nuestra vida, según nuestro entorno, nuestra filosofía, nuestra actitud... Y lo que puede ser ideal en un determinado período, puede no serlo después.

La dieta que uno siga conviene, además, que esté al servicio de quien la pone en práctica, y no al revés, ya que ser esclavo de algo, incluso de una manera de alimentarse (sea la que sea), implica que uno se autolimita, que uno se autorrestringe, con lo que difícilmente podrá vivir la vida en plenitud (la vida, ese gran alimento, es más importante que lo que se coloca sobre el plato). Y es imprescindible vivir la vida en plenitud para estar bien alimentado. Tengamos en cuenta que el alimento simboliza todo aquello que vivimos cotidianamente, las distintas situaciones, los hechos que nos acontecen, todo cuanto experimentamos a cada instante.

La dieta perfecta, pues, sería aquella que fuese capaz de proporcionarle salud, equilibrio y alegría al individuo. El individuo mismo será, por tanto, el resultado de la dieta que lleva a cabo (Somos lo que comemos, dijo Hipócrates). El cómo se encuentra el individuo globalmente (salud, equilibrio, humor) es lo que demuestra que la dieta que sigue es adecuada o no.

¿Cuál es mi experiencia al respecto? Pues os diré que después de más de dos décadas de observar a muchas personas, y lo que éstas comían, he llegado a la conclusión de que la salud, el equilibrio y la alegría pueden proporcionarlos muy distintas dietas (formas de alimentarse). Insisto: muy distintas formas de alimentarse. Y repito: no hay reglas fijas. Conozco a gente que come muchos vegetales y muchos alimentos integrales y ecológicos y no veo en ellos ni equilibrio, ni salud ni suficiente alegría. Y, por contra, conozco a otras personas cuya dieta no es ecológica ni especialmente natural, que, sin embargo, rebosan salud, equilibrio y sentido del humor. Hay de todo... en todas partes. Así pues, yo aseguro que más que lo que se come, importa cómo se cocina, cómo se come... y con qué animo se come. Aunque todo es importante, y todo contribuye al resultado. Sobre todo, si tenemos en cuenta que hay muchos alimentos en la vida de los seres humanos que no entran por la boca, sino por los ojos, por los oídos, por el tacto, por el olfato, por la mente, por el corazón... (No sólo de pan vive el hombre).

Para saber cuál puede ser la dieta perfecta para una persona en particular, y en un momento específico de su vida, hay que conocer muy bien a la persona, a sus circunstancias, y, además, sus deseos y objetivos. Entonces, con conocimiento de causa, se puede diseñar (junto con dicha persona) una dieta que se adecúe a sus necesidades.

Ahora bien, tengo la convicción de que existen una serie de pautas que le irán bien a cualquier individuo que quiera sentirse bien, independientemente de cuál sea su dieta. A saber:

- que en su dieta abunden las frutas y las verduras crudas,
- que se tomen cereales integrales y sus derivados a menudo (grano, copos, pasta, sémolas, pan, etc.), evitando los comestibles refinados;
- si existen productos de origen animal (carne, pescado, huevos y lácteos) en esa dieta, que estén presentes con moderación; es decir, sin abusar de ellos, y mejor si no están fritos;
- si la persona es adulta, conviene que vaya sustituyendo los lácteos de origen animal por otros de origen vegetal (yogures de soja y leches de cereales o frutos secos);
- beber un agua lo más pura posible también ayuda sobremanera a mantener la salud.

Pero también:

- vivir la vida plenamente, con libertad, sin restricciones absurdas, sin miedos o instalados en la duda, sin estar condicionado por terceras personas y procurando hacer en cada momento aquello que nos dice el corazón;
- cultivar la vida social siempre que se brinde la ocasión, interaccionar con otros seres humanos, y no sólo con aquellos que son afines a nuestra forma de ser y de pensar; el contraste también resulta muy enriquecedor y nutritivo, de él también se puede aprender mucho;
- desarrollar el amor en todas y cada una de sus facetas: comprensión, tolerancia, saber escuchar, confianza, cariño, dulzura, y, sobre todo, autoestima (procurarse en cada momento lo que uno necesita o siente que le corresponde).

No existe, por consiguiente, mejor menú que aquél que la propia vida nos va ofreciendo a cada instante, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. A todo lo que vivimos, ciertamente, podemos sacarle mucho jugo. Pero que esto sea así depende, exclusivamente, de nosotros.

En fin, que sea cual fuere vuestra dieta... que os aproveche.

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