Microondas que cuecen... el cerebro

Las microondas de un teléfono móvil y las de un horno no son muy distintas. Les diferencia, sobre todo, la potencia del magnetrón que las genera. En un horno, esas microondas son capaces de hacer hervir el agua de un vaso en menos de un minuto. Las de un móvil necesitan algo más de tiempo para cocer... el cerebro.

Otra diferencia entre un horno microondas y un teléfono móvil es que el horno microondas, gracias a una rejilla, confina el campo de acción de sus microondas al interior del aparato, por lo que éstas no pueden salir al exterior (al menos, en teoría). Pero no existe tal rejilla envolvente en los teléfonos móviles (pues, de ser así, las microondas no podrían salir de él ni viajar por el espacio).

A propósito de la telefonía móvil, existen dos posturas contrapuestas. Una plantea la idea de que los teléfonos móviles son completamente inocuos, así como las antenas de repetición que se encuentran en las azoteas de muchos edificios o en torres específicas. La otra argumenta que sí, que su uso sí que comporta toda una serie de riesgos más o menos graves para la salud. Por lo cual, llegados a este punto, ¿cómo podemos saber cuál es la acertada?

Ya sabéis que este blog se distingue de otras páginas web de temática afín en que aquí, en Saliment, por encima de teorías, lo que predomina es la experiencia humana. Una experiencia siempre mía pero, al mismo tiempo, contrastada con la de otras personas. Así pues, hoy comparto con vosotros una reciente que, para mí, fue reveladora.

Ante todo, deciros que, normalmente, mis conversaciones por el móvil no suelen durar más de diez minutos. Y que nunca padezco de dolores de cabeza ni nada parecido (ni al usar el móvil ni en ninguna circunstancia). Anteayer por la tarde, sin embargo, me encontraba manteniendo una conversación con una amiga por el teléfono móvil. Debido al tema que estábamos abordando, la conversación se prolongó durante casi tres horas. Al cabo de las cuales, comencé a sentir un dolor más o menos agudo en la parte de la cabeza donde se encontraba en teléfono móvil. Entonces, se lo comenté a mi amiga y ella me dijo: Estaba a punto de decirte lo mismo. Ella, dicho sea de paso, tampoco padece nunca de dolores de cabeza.

Asimismo, el verano pasado fui con un amigo a una aldea de la provincia de Teruel. En los alrededores, y junto a un barranco, se encontraba una torre con antenas de repetición de telefonía móvil. Nos acercamos a las inmediaciones para divisar el paisaje desde un saliente cercano al borde del precipicio, junto a la torre (a menos de 15 metros). E, inmediatamente, empezamos a notar un intenso dolor de cabeza. Hicimos el comentario casi al mismo tiempo: Vámonos de aquí, que la antena esta nos va a freír. A lo que, conforme nos alejábamos, empezaron a desaparecer las molestias.

Por otro lado, un par de personas que conozco (y algunos miembros de sus respectivas familias), usuarias de un red doméstica WiFi, también me han asegurado experimentar dolores de cabeza y molestias que comenzaron el mismo día de la instalación de dicho dispositivo inalámbrico.

Y, por si esto fuera poco, me encuentro el otro día por Internet la siguiente noticia en relación con el WiMax (especie de amplia red WiFi para zonas urbanas):

Aquí en España se montó un gran revuelo hace unos pocos años con las antenas de telefonía móvil, de las cuales se decían que podían incluso causar graves enfermedades como cáncer o deformidades físicas en el cuerpo.

En Suecia está pasando algo muy parecido a lo aquí acontecido. En un pueblo se instaló una antena que ofrecía una cobertura WiMax, pero poco tiempo después los vecinos de la localidad comenzaron a tener diversos problemas, enfermedades, mareos, dolores de cabeza y otros.

Entonces, lograron desconectar la antena, y gracias a ello todos los problemas desaparecieron. ¿Será imposible la implantación del WiMax?

¿Y qué podemos hacer nosotros?

Por de pronto, utilizar nuestro teléfono móvil con un sistema de manos libres. Eso alejará las microondas de nuestra cabeza. Lo cual, no es poco.

La tecnología de las microondas aplicada a la telefonía móvil es intrínsecamente dañina. Y conviene tener en cuenta que la radiación electromagnética, al igual que la solar o la nuclear, ejerce un efecto acumulativo en el cuerpo (se van sumando unas a otras). La única esperanza en este sentido sería replantearse el lucrativo negocio de las telecomunicaciones haciendo uso de una tecnología alternativa basada en un método completamente distinto, y, por supuesto, no dañino.

Quiero imaginar que eso llegará en la medida en que más y más personas vayan sufriendo las consecuencias (enfermedades y afecciones) y sean escuchadas y reconocidas sus experiencias, en tanto en cuanto salgan a la luz (a escala mundial) y sean admitidos algunos estudios experimentales y estadísticos que demuestran dichos perjuicios y en tanto que las compañías multinacionales del sector y los gobiernos asuman su responsabilidad y vayan anteponiendo el bienestar de los seres humanos a unos intereses económicos claramente multimillonarios.
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Para más información, podéis consultar la sección Electromagnetismo y telefonía móvil de la GEA (Asociación de Estudios Geobiológicos).

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