Cuando pienso en el boniato, me acuerdo inevitablemente del tiempo de posguerra en nuestro país. Un período que yo no viví pero que me ha sido relatado por algunos de mis familiares. Un tiempo, aquél, en el que muchas personas que apenas tenían algo que llevarse a la boca sobrevivieron a la hambruna comiendo boniatos.
Por fortuna, ha llovido mucho desde entonces, y el boniato, hoy en día, ya no es un alimento de supervivencia sino para vivir... y con salud.
Originario de Centroamérica, viene siendo consumido desde hace más de 10.000 años. Fue traído a Europa por Cristóbal Colón.
Suelen ser de color blanco (el valenciano de toda la vida, y, en mi opinión, el mejor), amarillo o naranja.
No conviene guardarlos en el frigorífico sino en un lugar fresco, sin luz y bien ventilado.
Del boniato, destaco sus propiedades:
- nutritivas (muy rico en aminoácidos),
- antioxidantes (frena el envejecimiento),
- atidiabéticas (estudios de laboratorio demuestran que equilibra los niveles de azúcar en sangre),
- muy rico en vitamina A, C, B6, calcio y hierro;
- ayuda a eliminar radicales libres (sustancias tóxicas que dañan las células),
- antiinflamatorio,
- ayuda a los fumadores a prevenir el enfisema pulmonar (Kansas State University).
¿Cómo cocinarlo? Os diré que si el boniato es dulce, lo mejor sería comerlo solo (ya que es lo suficiente nutritivo por sí solo). Pero si deseáis combinarlo con otros alimentos, pensad en todas las posibles combinaciones de la patata (un alimento al que aventaja en todo): desde un puré hasta un guisado, pasando por una sopa, una ensalada o una tortilla. Aunque el mejor acompañamiento serían las verduras.
En definitiva: un alimento ideal para niños pequeños (incluso bebés), para ancianos, para deportistas (proporciona mucha energía), para estudiantes y para cualquiera que desee estar bien alimentado y hacer las digestiones fácilmente (muy digestible si se come solo). Además, a nadie le amarga un dulce, ¿no?
Por fortuna, ha llovido mucho desde entonces, y el boniato, hoy en día, ya no es un alimento de supervivencia sino para vivir... y con salud.
Originario de Centroamérica, viene siendo consumido desde hace más de 10.000 años. Fue traído a Europa por Cristóbal Colón.
Suelen ser de color blanco (el valenciano de toda la vida, y, en mi opinión, el mejor), amarillo o naranja.
No conviene guardarlos en el frigorífico sino en un lugar fresco, sin luz y bien ventilado.
Del boniato, destaco sus propiedades:
- nutritivas (muy rico en aminoácidos),
- antioxidantes (frena el envejecimiento),
- atidiabéticas (estudios de laboratorio demuestran que equilibra los niveles de azúcar en sangre),
- muy rico en vitamina A, C, B6, calcio y hierro;
- ayuda a eliminar radicales libres (sustancias tóxicas que dañan las células),
- antiinflamatorio,
- ayuda a los fumadores a prevenir el enfisema pulmonar (Kansas State University).
¿Cómo cocinarlo? Os diré que si el boniato es dulce, lo mejor sería comerlo solo (ya que es lo suficiente nutritivo por sí solo). Pero si deseáis combinarlo con otros alimentos, pensad en todas las posibles combinaciones de la patata (un alimento al que aventaja en todo): desde un puré hasta un guisado, pasando por una sopa, una ensalada o una tortilla. Aunque el mejor acompañamiento serían las verduras.
En definitiva: un alimento ideal para niños pequeños (incluso bebés), para ancianos, para deportistas (proporciona mucha energía), para estudiantes y para cualquiera que desee estar bien alimentado y hacer las digestiones fácilmente (muy digestible si se come solo). Además, a nadie le amarga un dulce, ¿no?
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