Desde tiempos inmemoriales
el ayuno desempeña un papel esencial en el contexto de la medicina natural y preventiva. Junto con las saunas y las irrigaciones del colon, se erige como
uno de los métodos más eficaces que nos ofrece la Naturaleza para mantener la salud y la juventud o para recuperarlas si éstas se han perdido.
Efectivamente, el ayuno limpia y rejuvenece; y en un cuerpo exento de toxinas (o con un nivel muy bajo) difícilmente cabe la enfermedad.
Pero en un esfuerzo por ser lo más práctico posible, os diré que, en el día a día, no es imprescindible hacer largos ayunos ni muy estrictos para obtener grandes resultados. Pequeños granos de arena forman juntos una playa.
Si queréis ir poco a poco, os sugiero que empecéis tomando conciencia de que vuestro hígado, vuestro páncreas o vuestro estómago merecen un descanso de vez en cuando. ¿Sabíais que la digestión es el proceso fisiológico que más energía consume? ¿Por qué algunos de los sabios más importantes de la historia comían frugalmente?
Desayunar fruta por las mañanas ya es una excelente manera de hidratar (cuanto más hidratados estemos, menos arrugas en la piel) y de mantener limpio el organismo. La fruta es diurética, aporta mucha energía y nutrientes y su fibra actúa como una escoba, limpiando los intestinos.
También podéis dedicar un día a la semana a comer sólo fruta o comidas muy ligeras, como caldos o ensaladas. Notaréis que el cuerpo lo agradece y no os faltará energía. En realidad, dispondréis de mucha, pues apenas tendréis que hacer la digestión.
Muchas veces, ciertas técnicas sencillas y baratas se antojan como métodos muy eficaces para mejorar nuestra calidad de vida. Quien mira de frente a la Naturaleza cuando quiere recuperar su salud o aumentar su bienestar, encuentra siempre un camino sencillo y barato, o hasta gratuito (ayunar no cuesta mucho dinero), para sentirse mejor.
Para quien desee llevar a cabo un ayuno aún más depurativo y profundo, le recomiendo un maravilloso libro, muy ameno de leer, donde un experto narra su vivencia con todo lujo de detalles. Y, por supuesto, mejor si tenéis cerca a un profesional de la salud, con experiencia en esta materia, para que os guíe adecuadamente.
El libro en cuestión:
Alexi Suvorin, La curación por el ayuno. Ediciones Obelisco.
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Recuerdo que alenté a un amigo mío, R. H., a que hiciera un semiayuno de fruta una vez a la semana. Y el caso es que se lo tomó muy en serio.
Solíamos salir con la bicicleta (de carretera) para hacer largos itinerarios, a lo que él decidió aprovechar ese día para practicar el semiayuno. Sólo tomaba fruta. Si vierais lo que abulataba su mochila...
Pues aunque cueste de creer (me hago cargo), cuando salíamos con la bici y coincidía con su día de semiayuno de fruta, yo no lograba alcanzarle nunca. El chaval parecía un auténtico cohete.
En este caso, el alumno hizo el papel de maestro... dando ejemplo. Así pues, no tuve más remedio que trasladar mi semiayuno de fruta a los días en que salíamos con la bicicleta. Al fin y al cabo, era necesario... si quería estar a la altura de las circunstancias.
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