
En este sentido, a mí me parecen muy apropiadas las infusiones de semillas de anís (si los resultados no son lo suficientemente satisfactorios, probad entonces con la infusión de cominos), o bien adoptar una postura semihorizontal en la que la pelvis quede más elevada que el resto del cuerpo (los gases ascenderán hasta el recto y luego podrán expulsarse con mayor facilidad). Todos estos remedios también son perfectamente válidos para aplicarlos en bebés o en niños pequeños. Claro que, habrá gente que prefiera soluciones en vez de remedios. Es decir, evitar la formación de flatulencias. Y es aquí donde conviene profundizar un poco en materia para entender cuál es el mecanismo que las provoca.
Los gases pueden tener dos orígenes muy distintos: los que resultan de tragar aire mientras se come (aerofagia) y los que son producto de fermentaciones en el tubo digestivo. Sea como fuere, ambos tienden a producir meteorismo, es decir, abultamiento o distensión del vientre. Y en la medida en que son malolientes, tanto mayor es el grado de putrefacción intestinal que existe en ese momento en el organismo.
Para evitar la aerofagia conviene:
- comer con la boca cerrada,
- no hablar en exceso mientras se come,
- disponer, a ser posible, de todas las piezas dentales en la boca (en la medida en que éstas están ausentes, se introduce aire por los huecos que dejan),
- evitar las bebidas con gas.
Para evitar las fermentaciones intestinales es necesario:
- combinar los alimentos adecuadamente,
- comer con calma y con serenidad, pausadamente y masticando muy bien los alimentos (hasta deshacerlos en la boca);
- evitar beber líquidos durante y después de una comida (lo ideal es cocinar bien los alimentos y extraer el agua de las ensaladas que acompañen el plato principal),
- no tomar ninguna clase de postre (puede estar muy arraigado en nuestra cultura pero, desde luego, no es lo mejor para la digestión),
- prescindir del vinagre y del limón en las comidas (el potente ácido que contienen interfiere con los jugos gástricos que genera el estómago para digerir los alimentos, por lo que estropea la digestión),
- apartar de la dieta, al menos durante un tiempo, la leche de vaca (mejor utilizar alguna de origen vegetal, como las de la marca EcoMil; o bien yogur o kéfir de leche de cabra, como los de El Cantero de Letur);
- no tomar los alimentos muy fríos ni muy calientes,
- no comer alimentos que repitan,
- evitar una postura horizontal después de las comidas (mejor recostado que tumbado),
- si se comen legumbres (judías, lentejas, garbanzos, guisantes) es mejor dejarlas a remojo durante 5 días (cambiándoles el agua y enjuagándolas todos los días) para que se vuelvan más digestibles,
- dejar transcurrir una hora y media, como mínimo, entre el final de la cena y el momento de acostarse;
- pelar las frutas y las verduras cuya piel sea gruesa, fibrosa o que no se deshaga fácilmente en la boca.
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M. R. era una persona que acudió a mi consulta muy angustiada por un problema de flatulencias. Esta mujer trabajaba como relaciones públicas de una empresa multinacional y los gases estaban empezando a incomodarle mucho, tanto en su trabajo como en su vida privada.
Sin darse cuenta, y como consecuencia de unas circunstancias familiares un tanto estresantes, había adquirido una serie de hábitos alimenticios inadecuados, como masticar poco la comida por comer muy deprisa, acostarse nada más cenar e incluir vinagre en las ensaladas.
Cuando le expliqué cómo se generaban los gases lo comprendió perfectamente, y continuación se dispuso para cambiar esos hábitos inadecuados. Entonces, a los pocos días, llegaron los resultados: los gases desaparecieron completamente.
Obviamente, sus circunstancias cambiaron muchísimo, así como su estado de ánimo y sus relaciones laborales y personales. Y es que a veces, en la vida, pequeños cambios producen grandes cambios.
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