La gama de productos de los que podemos obtener las vitaminas y los minerales con que cubrir nuestras necesidades nutricionales es muy amplia. A modo de ejemplo, podríamos citar los suplementos vitamínicos que se venden en forma de pastillas, los alimentos enriquecidos (leche con omega 3, margarina con vitamina E, etc.), los zumos envasados o algunos complementos dietéticos como el germen de trigo, la levadura de cerveza o el salvado.
Ahora bien, sin entrar a juzgar dichos productos, os hablaré de la que, en mi opinión, es la mejor fuente de nutrientes.
Imaginad por un instante que para realizar un trayecto, para alcanzar un destino, necesitarais una bicicleta. ¿Os serviría una a la que le faltara alguna pieza, que no tuviera pedales, cadena, sillín o manillar? ¿Y una que estuviera oxidada? ¿Tal vez una que fuera demasiado grande o demasiado pequeña? ¿Quizá una que tuviera los pedales donde va colocado el sillín? ¿Y una rota o estropeada? Seguramente, no. Y si finalmente consiguierais llegar a vuestro destino con una bicicleta así, lo harías tras algunas dificultades o sufriendo, posiblemente, algún tipo de percance.
En este caso, lo ideal sería disponer de una bicicleta de calidad y en buenas condiciones: con todas las piezas en su sitio, bien engrasada, de tamaño en consonancia con vuestra talla, y que, por encima de todo, funcionara correctamente. A lo que, puestos a pedir, ¿por qué no una hecha a medida?
Pues bien, las vitaminas, los minerales y otros nutrientes (oligoelementos, aminoácidos, etc.) que se encuentran en los alimentos ecológicos serían como esta última bicicleta que os acabo de describir, es decir, hechos a la medida de nuestro organismo por la sabia Madre Naturaleza y en óptimas condiciones para que lleguemos sin contratiempos a nuestro destino, a nuestro objetivo: la salud, el equilibrio, el bienestar.
Ahora bien, sin entrar a juzgar dichos productos, os hablaré de la que, en mi opinión, es la mejor fuente de nutrientes.
Imaginad por un instante que para realizar un trayecto, para alcanzar un destino, necesitarais una bicicleta. ¿Os serviría una a la que le faltara alguna pieza, que no tuviera pedales, cadena, sillín o manillar? ¿Y una que estuviera oxidada? ¿Tal vez una que fuera demasiado grande o demasiado pequeña? ¿Quizá una que tuviera los pedales donde va colocado el sillín? ¿Y una rota o estropeada? Seguramente, no. Y si finalmente consiguierais llegar a vuestro destino con una bicicleta así, lo harías tras algunas dificultades o sufriendo, posiblemente, algún tipo de percance.
En este caso, lo ideal sería disponer de una bicicleta de calidad y en buenas condiciones: con todas las piezas en su sitio, bien engrasada, de tamaño en consonancia con vuestra talla, y que, por encima de todo, funcionara correctamente. A lo que, puestos a pedir, ¿por qué no una hecha a medida?
Pues bien, las vitaminas, los minerales y otros nutrientes (oligoelementos, aminoácidos, etc.) que se encuentran en los alimentos ecológicos serían como esta última bicicleta que os acabo de describir, es decir, hechos a la medida de nuestro organismo por la sabia Madre Naturaleza y en óptimas condiciones para que lleguemos sin contratiempos a nuestro destino, a nuestro objetivo: la salud, el equilibrio, el bienestar.
He comprobado cómo muchas personas mejoraban su salud o su calidad de vida, simplemente, sustituyendo los alimentos que consumían habitualmente por sus equivalentes ecológicos (frutas, verduras, zumos, cereales, legumbres, productos lácteos, carnes, etc.). Cosa que no es de extrañar, ya que la ausencia de pesticidas o de restos de abonos químicos en estos alimentos, y el haber sido cultivados o criados en armonía con los ciclos y las leyes de la Naturaleza marca una gran diferencia con el resto de opciones.
¿Que son caros? Sí, algunos de ellos lo son; es cierto. Aunque yo diría relativamente caros. A fin de cuentas, los alimentos ecológicos nutren más que los no ecológicos, por lo que no hace falta comerlos en grandes cantidades. Además, ¿imagináis lo que os ahorraríais en salud?
Respecto a cómo conseguirlos, hoy en día los alimentos ecológicos frescos (frutas y verduras) pueden encontrarse ya en muchos supermercados y grandes superficies. Aunque yo, personalmente, elijo comprarlos a pequeños agricultores o cooperativas. Una de ellas, que sirve a domicilio, es Terrasana.
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A título más personal, os diré que conozco a varios/as amigos/as que por distintos motivos se han pasado a los alimentos ecológicos. Y si bien es cierto que en un primer momento les ha movido al cambio un deseo de reducir la cantidad de toxinas que se ingieren cotidianamente, además de contribuir con su gesto a la salud de la Tierra, luego, cuando ya los instalan en sus vidas, lo que más parece satisfacerles es el sabor. Todos coinciden en que estos alimentos poseen verdadero sabor. Sabor que, en algunos casos, les recuerda a los alimentos que cultivaban/criaban antiguamente sus padres/madres o sus abuelos/as.
Recuerdo, hablando de alimentos ecológicos, las patatas que me trajo una vez mi amigo S. R. de Galicia, del campo de un familiar suyo. Me decía: A éstas no les echan nada. Y doy fe de que aquéllas han sido, sin duda, las mejores patatas que he comido en mi vida: pura mantequilla.
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