Mis observaciones sobre el hipotiroidismo



Ya he perdido la cuenta de la cantidad de mujeres que han venido a mi consulta en los últimos diez años afectadas por el hipotiroidismo. Podría decir, con todas las de la ley, que se ha convertido en una auténtica epidemia en nuestros tiempos.

A nivel orgánico, esta enfermedad se caracteriza por un desarreglo del sistema inmunitario y por una inflamación de la tiroides que provoca que los propios anticuerpos ataquen esta glándula. A lo que se suma un déficit importante de yodo. Un cuadro sintomatológico que suele provocar cansancio, dolores musculares, hormigueo y frío en las extremidades, estreñimiento y una disminución de los reflejos. También es habitual que aparezca desánimo, tristeza, pesimismo y un sentimiento de sentirse incomprendida.

En esta enfermedad, como en tantas otras, la alimentación desempeña un papel importante. Sobre todo, en el metabolismo del yodo. Pero más importante todavía es el papel del conflicto y de las emociones.

A este respecto, he observado un par de denominadores en común en casi todas las pacientes afectadas de hipotiroidismo:

1) Dificultades en la comunicación. Es decir, en cómo la persona se comunica consigo misma, con su pareja (si la tiene) o con su entorno (familiar, laboral...).

2) Y, sobre todo, una gran dificultad para afrontar una situación desafiante que se repite y ante la cual la persona no sabe cómo reaccionar.

A la glándula tiroides se le conoce comúnmente como la "glándula del crecimiento", por lo que, simbólicamente, está muy relacionada con nuestro crecimiento interior y con nuestra madurez.

Y en ese punto, precisamente, es donde radica la clave para resolver el conflicto interno y comenzar con el proceso de sanación.

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