Canibalismo amoroso



Imagino que a cualquier persona con la mente sana la idea del canibalismo le resultaría, como mínimo, detestable. Sin embargo, fijémonos cómo en el lenguaje coloquial la expresión "Te comería", referida a otra persona, la hemos pronunciado más de una vez en nuestras vidas... sin ser realmente caníbales (mejor, pensemos que no...).

Evidentemente, esta expresión tiene muy poco que ver con el canibalismo, al menos entendido literalmente, pero sí mucho que ver con nuestra mente inconsciente y con nuestro concepto (en gran parte, también inconsciente) de lo que es un alimento.

Cuando nosotros nos encontramos delante de un alimento muy apetitoso, sus propiedades organolépticas (aquellas que pueden ser percibidas por nuestros sentidos) estimulan, sobre todo, nuestra vista y nuestro olfato; y nos despiertan, precisamente eso: el apetito; es decir, las ganas de comérnoslo.

Detrás de ese impulso voraz subyace un mecanismo inconsciente. Sí, un resorte muy primario busca nutrirnos con ese alimento, que adquiramos sus nutrientes, que incorporemos a nuestro organismo sus estructuras. Y más allá de lo biológico, también buscamos el placer, y las emociones asociadas a él, como la satisfacción, la plenitud o la alegría.

Pues bien, exactamente lo mismo sucede con las personas cuando decimos "Te comería". Exactamente igual. Porque las personas también son "alimentos" (creo, incluso, que hasta podría quitar las comillas).

Cuando una persona nos atrae física o sexualmente, decimos que está "bueno/a" (igual que un plato sabroso). Otras veces, cuando se trata de un bebé o de un niño pequeño, podemos sentir que nos despierta mucha ternura o cariño... hasta el punto de que nos lo "comeríamos".

Básicamente, el impulso de querer "comernos" a alguien comporta un deseo inconsciente de querer "apropiarnos" de algo que la otra persona posee. Tal vez de su belleza, de su encanto, de sus virtudes, de su sensualidad, según cada caso.

Queremos "comernos" a otra persona para, en cierta manera, "meterla" dentro de nosotros, para hacerla nuestra; para que su belleza, su encanto o sus virtudes se incorporen a la estructura de nuestro ser, más allá de nuestras células, de nuestros tejidos o de nuestros órganos.

Queremos "comernos" a alguien porque, en el fondo, queremos "comernos" su alma, su esencia,

eso,
a veces difícil de explicar con palabras,
que hace de esa persona,
un ser genuino,
especial...

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