Física cuántica de la supervivencia humana

Hace cosa de un mes y medio, compré algunas patatas y cebollas y las guardé en unos cestos apilados que tengo en la cocina. Durante todo este tiempo, no las he gastado todas, por lo que aún conservo algunas.

A diferencia de lo que creen algunas personas, los vegetales no mueren cuando se cosechan del huerto. Siguen vivos durante mucho tiempo. Y la prueba que demuestra lo que digo es la imagen que encabeza este artículo. En ella puedes observar una patata y una cebolla, de ésas que compré hace más de un mes y medio.

Como decía, durante todo este tiempo han estado guardadas en sendos cestos, y, por supuesto, nadie las ha regado ni abonado. A pesar de ello, ambas han seguido creciendo y desarrollándose sin parar, nutriéndose del aire, de la humedad ambiental y de sus propias reservas orgánicas. De hecho, fíjate cómo la patata está muy arrugada, porque ha ido consumiendo nutrientes y agua de sí misma, y cómo ha desarrollado varios brotes; así como la cebolla, que también ha desarrollado varios tallos con más de un palmo de longitud cada uno (cuando las compré, ninguna tenía tallos).

Este fenómeno pone de relieve la asombrosa capacidad de supervivencia que poseen las plantas, las cuales pueden llegar a sobrevivir meses, años algunas de ellas, y otras de por vida, fuera de la tierra (como la Tillandsia aeranthos), sin obtener nutriente alguno de la misma, echando mano de sus propios recursos y siendo capaces de crear nuevas moléculas mediante procesos de síntesis atómica y molecular (combinando oxígeno, nitrógeno, hidrógeno y carbono del aire se pueden crear todo tipo de moléculas orgánicas, como aminoácidos, hormonas o hidratos de carbono, por ejemplo).

Análogamente, los seres humanos también somos capaces de sobrevivir en condiciones extremadamente adversas, incluso si estuviéramos aislados en alguna clase de reducto sin ningún tipo de contacto con otros seres humanos (como Robinson Crusoe). Nuestra mente podría alimentarse de dulces recuerdos y de sueños que la motivaran, además de la propia atención y enfoque que requerirían nuestros actos presentes. Nuestro corazón, por su parte, podría alimentarse del amor dirigido a nosotros mismos (autoestima) en forma de respeto, cariño, cuidado, mimos; incluso del amor que dirigiéramos a otros seres u objetos; y también de las emociones y sentimientos que fuéramos capaces de cultivar a partir de pensamientos amorosos. Y nuestro cuerpo, por si fuera poco, sería capaz de mantenerse fuerte y saludable, incluso si no pudiéramos obtener de la comida todos los nutrientes que necesitáramos, en tanto en cuanto extrajéramos de cada momento y situación que la vida nos fuera brindando todo el jugo posible. Esencialmente, porque esa actitud constructiva generaría un molde cuántico que marcaría una pauta en nuestro organismo: la de crear todo lo que necesitamos a partir de lo que haya disponible.

Sea lo que sea, lo que haya disponible.

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