La lucha, la rendición y sus enfermedades asociadas.

En algunos de los ambientes en los que habitualmente me muevo suelo escuchar una frase muy percutora que se repite sistemáticamente como un soniquete: Si algo en tu vida no fluye, déjalo correr y sigue tu camino. Bueno, en realidad, puede ser una frase como esta, u otras parecidas pero del mismo estilo, como: Si esto no ha salido como tú querías es porque no tenía que ser.

Yo me atrevería a decir, por poner un ejemplo, que en los años setenta las relaciones entre EEUU y la URSS no era especialmente fluidas, por no decir que eran desastrosas. Por no decir que ambos países eran enemigos acérrimos. Por no decir que estuvieron a puntísimo en más de una ocasión de entrar en una guerra nuclear que, caso de haber acontecido, con toda seguridad, habría acabado con el planeta. Sin embargo, allá por 1985 entró en escena un tal Mijail Gorbachov (que igual algunos tachan de procapitalista, aunque yo lo tildaría, más bien, de aperturista). Un personaje que marcaría un antes y un después en la historia de Europa y del mundo, y alguien que consiguió poner fin a más de cuarenta años de guerra fría, con todo lo que eso implicó. Una proeza que logró con sudor, con grandes sacrificios, arriesgando muchísimo y con un espíritu inquebrantable de lucha. No fue solamente chasquear los dedos y ya está. Y algo muy similar podríamos decir de Gandhi, o de Martin Luther King: dos grandes luchadores de la historia.

Pero también podemos recordar el caso de Edison, en el momento en que trabajaba incesantemente en su laboratorio, allá por 1879, buscando un material adecuado para el filamento de su primera bombilla. Cuando apenas llevaba cien intentos (o fracasos consecutivos, según se mire), los técnicos y los mecánicos que le acompañaban empezaron a murmurar y a criticarlo a sus espaldas, acusándolo de loco, de iluso, de obseso y de estar desconectado de la realidad. A todas luces (y nunca mejor dicho), aquello no fluía. Sin embargo, al cabo de un tiempo, después de mil intentos (sí, has leído bien), y gracias a que en ningún momento tiró la toalla, dio con el material adecuado: uno que pudo resistir lo suficiente las altas temperaturas de la resistencia sin quemarse, y que permitió el nacimiento de la primera bombilla de la historia.

Como tampoco está de más recordar a Walt Disney, antes de ser una prestigiosa celebridad, cuando nadie creía en su proyecto de Disneylandia. Recordar que tuvo que visitar más de doscientas sucursales bancarias antes de que le concedieran un crédito. ¿Os imagináis a Disney diciendo después de visitar cuarenta sucursales algo del tipo: Como esto no fluye será que no tiene que ser? Vamos, yo es que lo pienso y me parto de risa. 

Tal como dijo el propio Edison: Muchos fracasos ocurren en personas que no se dieron cuenta de lo cerca que estaban del éxito.


Desde luego, si muchos de los grandes protagonistas de la historia de la Humanidad hubieran dicho cosas como: Si esto no marcha es porque no tiene que ser o Como esto no fluye, mejor lo dejo, no sé yo dónde estaríamos ahora. Prefiero no pensarlo...

Asimismo, podemos poner un ejemplo mucho más cercano en el espacio y en el tiempo: el del movimiento del 15M. No sé si alguien podrá decir que dicho movimiento haya fluido en sintonía con el anterior gobierno (no creo); ni con el actual, menos todavía. Básicamente, porque las premisas de una economía neoliberal chocan frontalmente con los planteamientos y la propia esencia de este movimiento, el cual se desmarca de la tendencia generalizada de la población hacia la pasividad. Antes bien, el movimiento del 15M se ha sumado a las protestas callejeras, está sirviendo como matriz de ideas y de propuestas, y está actuando colectivamente mediante acciones concretas (a pesar de las campañas de descrédito de ciertos medios, a pesar de las porras policiales y a pesar de contar con escasos recursos financieros). Acciones que han calado en la sociedad y que han traspasado fronteras; a saber: primeros pasos para una reforma de la Ley Electoral, paralización de decenas de deshaucios, promoción de una Ley de Transparencia en el gobierno o redefinir la calle como un ágora, como un lugar de encuentro y debate, como un laboratorio de ideas y de propuestas alternativas. Objetivos para cuya consecución ha habido que hacer frente a innumerables obstáculos.

¿Y qué me decís de las negociaciones que ponen fin a una guerra? Esas conversaciones bilaterales que muchas veces han tenido lugar en Ginebra. ¿Alguien piensa que se resuelven en media hora? A veces hacen falta días, o incluso semanas, superar las trabas de un ambiente duro y hostil entre las partes implicadas... y diplomacia y paciencia a raudales. ¿Pero os imagináis que en las primeras dos horas de unas conversaciones de paz una de las partes dijera alguna de estas expresiones de marras?: Bueno, como no fluye la cosa, mejor lo dejamos. O Si no llegamos a un acuerdo será porque no tiene que ser. Sería para mondarse; y al mismo tiempo trágico. Pues esas mismas frases, idénticas, las he escuchado decenas de veces en algunos de esos ambientes en los que me muevo. Pero casi nunca, por no decir jamás, escucho algo como: Aquí hace falta luchar, o bien Lucha con todas tus fuerzas hasta conseguir lo que te propongas. E imagino que no lo escucho porque mucha gente detesta la palabra luchar, le tiene manía, tirria... La asocian a guerra, a derramamiento de sangre, a conflicto, o incluso a derrota (eso que da tanto miedo y es tan humillante). Y también porque a muchos les agota el mero hecho de pensar en la palabra esfuerzo.

Sin embargo, nuestro propio sistema inmunitario (una expresión perfecta de la Naturaleza) LUCHA y se esfuerza para defendernos de enemigos hostiles. A veces, incluso es una contienda sin tregua y sin cuartel, una batalla dura, de fiebres altas, de infección y pus, de dolor y de sufrimiento que, a pesar de todo, consigue librarnos de un ENEMIGO MORTAL (como puede ser un virus, una bacteria, un hongo o un parásito).

Nos gusta llamarnos pacifistas, y quizá por eso algunos no quieren hablar de lucha. Suena feo. Suena inmundo. Suena primitivo. Puede sonar hasta políticamente incorrecto. Pero la realidad es que vivimos en un mundo azotado por miles de enfermedades que van asociadas, directa o indirectamente, a una debilidad del sistema inmunitario: cáncer, candidiasis, infecciones en la sangre, cistitis, neumonía, y así un etcétera casi inacabable. Vivimos en un mundo donde la gente se ha vuelto tremendamente pasiva, donde las personas, en general (salvo honrosas excepciones), se mueven por la búsqueda compulsiva de la comodidad, o haciendo las cosas siguiendo la Ley del Mínimo Esfuerzo. Un mundo donde muchos niños y adolescentes consiguen lo que quieren sin ganárselo, un mundo donde legiones de seres humanos viven marcados o atenazados por el miedo. Un miedo que les anula, que les paraliza, que les condiciona sobremanera, y que incluso les lleva a echarse hacia atrás cuando lo oportuno, lo saludable, lo espiritual, sería sacar pecho y echar hacia delante con valor.

Ahora, todos nosotros, estamos viviendo un momento crucial, un momento histórico de una importancia capital. Nos jugamos mucho con lo que decidamos hacer en los próximos meses. Nos jugamos años de conquistas sociales y de derechos humanos fundamentales. Nos jugamos nuestra propia dignidad humana. 

Y ahora, desde esta corriente de la Nueva Era se lanza incansablemente la consigna de la no lucha, de no resistirse, de fluir con los acontecimientos, del hacer del no hacer, o se sugiere dejar de lado toda relación humana mínimamente conflictiva si no fluye. Y puede que en algunos momentos sea eso lo más oportuno, lo más armónico; tal vez, quizá... Pero en estos foros, insisto, rara vez se menciona la palabra lucha. Y no se menciona porque se ha desterrado de nuestros diccionarios, porque la hemos asociado, indisolublemente, a la preposición contra (luchar contra algo, contra alguien=violencia), cuando, en realidad, también puede asociarse a la preposición por (luchar por uno mismo, luchar por alguien que amas) o para (luchar para conseguir algo que deseas o que legítimamente te corresponde, como un derecho).

Entretanto, y tal como comentaba hace un momento, van haciendo mella en los seres humanos todas esas enfermedades asociadas al sistema inmunitario. E igualmente, otros males menores vinculados a una capacidad de lucha mermada o aniquilada, como la anemia (falta de Fe... en uno mismo, de fuerza, de resistencia), la hipotensión (falta de vigor, de coraje, de determinación, de asertividad), la fatiga crónica (cuando uno no se siente capaz de combatir aquello que le cansa) o la depresión (falta de presión, de empuje, de impulso, de decisión, de autoestima).

Y todo ello porque nos rendimos a la primera de cambio. Porque hemos olvidado ese aspecto honorable y digno que comporta la lucha... cuando está impelida por el amor y no por el odio ni por el miedo. Una lucha que, hoy más que nunca, hace falta recuperar.

Porque nos va en ello la vida.

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