Antes de ver la luz por primera vez, había concebido a Saliment como un sitio web dirigido a todo el mundo; sin distinción. Y todo el mundo significa todo tipo de personas, independientemente de su forma de alimentarse (vegetariana, omnívora, macrobiótica, higienista, etc.) y de sus convicciones morales.Considero oportuno ver la vida desde un ángulo de geometría variable (según las circunstancias de cada momento) que me permita empatizar con cualquier ser humano, comprenderle y ponerme en su piel, pues, a fin de cuentas, más allá de la forma que adquiera un ser humano, a mi juicio, importa especialmente su fondo, su esencia. Y la esencia de cada ser humano es la luz y el amor.
Por eso mismo, ¿quién soy yo para juzgar a nadie? Por mi profesión, sólo puedo juzgar una forma de alimentarse como más o menos saludable o más o menos insalubre. E insisto, matizando y relativizando según cada caso.
En este sentido, soy consciente del lugar en el que vivo y las costumbres de los seres que lo habitan. Por eso, me parecería un salto de gigante que una persona a la que le guste el jamón serrano decida empezar a comer uno ecológico, es decir, uno que resulte de criar a los cerdos con dignidad (al aire libre y con cariño) y alimentándolos con piensos naturales, como el que hoy os presento de la marca Biobardales. Eso, como digo, ya sería un gran paso (hacia delante y hacia arriba). Infinitamente mejor que comer carne de animales que han sido criados como objetos sin alma y sin sentimientos (cuando, en realidad, los tienen), en jaulas en las que apenas pueden moverse, sin ver la luz del sol, sin relacionarse con sus semejantes y sin disfrutar, tan siquiera, de un mínimo grado de libertad.
Seguramente, llegará el día en que veamos a cada cosa, criatura viviente, y al resto de animales, como hermanos (tal cual lo hacía, por ejemplo, San Francisco de Asís). Y desde ese nuevo paradigma, nuestra manera de actuar para con ellos cambiará radicalmente.
Pero aún queda un largo camino por recorrer. Y pienso que es mejor ir paso a paso, sin forzar los acontecimientos, dando tiempo a que nuestra conciencia y visión de las cosas vayan cristalizando progresivamente. Sin prisa pero sin pausa.
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