Algunos factores que alimentan nuestro lado oscuro

Cuando rascamos en la vida de personas oscuras (que viven más o menos alejadas del amor; por ejemplo, un violador o un asesino), a menudo nos encontramos que éstas comparten algunos denominadores en común, como un pasado en el que puede haber habido (fácilmente) ciertos episodios traumáticos (abusos físicos y/o psicológicos). Pero incluso sin llegar a esos extremos (que son más habituales de lo que la gente imagina), podemos descubrir otros muchos factores que, sobre todo en la infancia y en la adolescencia, tienden a marcar negativamente la personalidad del individuo, así como sus tendencias caracterológicas y conductuales; a saber:

- Que la madre se haya sentido atormentada o que haya sufrido especialmente durante el período de gestación de la persona. Sobre todo, porque ésta transfiere las emociones asociadas al miedo, la angustia, la tristeza o la ira al feto, el cual las vive (inconscientemente) como propias.
- Que la madre no le haya dado el pecho o que lo haya hecho durante un período de tiempo demasiado corto. Esto genera sentimientos de desarraigo, de indefensión y de inseguridad, y rompe el primer vínculo con la madre, que simboliza y representa lo femenino (la comprensión, la tolerancia, la dulzura, la delicadeza, la sensibilidad, la consideración, etc.).
- Que la madre tenga mermada o atrofiada su autoestima, pues a un hijo no se le puede transmitir aquello que su progenitor no haya desarrollado.
- Que le haya sido negado o transgredido su espacio personal, su intimidad y el justo reconocimiento que la persona merece. Lo que debilita sobremanera su autoestima, su poder y el sentirse suficientemente valiosa e importante.
- Haber escuchado sistemáticamente un no por respuesta (por el hecho de haber tenido unos progenitores demasiado exigentes y/o escasamente condescendientes). Lo que acrecienta la frustración en el individuo (por no poder ver satisfechas sus legítimas aspiraciones como ser humano).
- El haber sido humillado o menospreciado (máxime, si lo ha vivido con frecuencia). Lo que, además de dañar su autoestima y su autoconcepto, genera dolor, ira y resentimiento (todos éstos, además, son acumulativos).
- El haber tomado como referente o ideal a personas que hayan cultivado y expresado el odio, la intolerancia, la incomprensión, la injusticia o el agravio contra sí mismas o contra las demás. Sobre todo, porque los niños y adolescentes tienden a imitar a sus referentes o ídolos.
- El vivir inmerso en una realidad estrictamente materialista (ajena o distante a la espiritualidad), la cual deshumaniza al individuo y lo vuelve frío y oscuro, tanto en sus pensamientos como en sus actos.

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