Uno de los miedos más extendidos entre la población, y de los que más condiciona la vida del ser humano, es el miedo a quedar mal con los demás.
Fácilmente, una persona puede tener miedo a quedar mal:
• Con su pareja, si depende económicamente de ella.
• Con su jefe, por si pudiera tener graves consecuencias.
• Con un vecino, por temor a encontrárselo y que resulte tensa la situación.
• Con un amigo que siempre llega tarde a las citas, porque después de tantos años de amistad… me sabe mal.
• Con un subordinado que demuestra una incompetencia recurrente, porque qué será de él si le despido.
• Con los seguidores de una red social, porque qué dirán de mí por ahí.
En última instancia, el miedo a quedar mal con los demás impide al ser humano que pueda mostrarse tal como es, de acuerdo con sus principios, con sus valores y con su forma de ver la realidad.
Si uno camina por la vida tratando de agradar y de llevarse bien con todo el mundo, difícilmente podrá ser feliz. Porque sus palabras y sus acciones estarán mayormente condicionadas por los demás. Y eso no es vivir con libertad. Ni tampoco es saludable.
En mi opinión, los seres humanos tenemos el deber moral de ser respetuosos con los demás, pero si ese respeto ya se da (como punto de partida), y, a partir de ahí, uno se manifiesta libremente, y eso termina llevándonos a quedar mal con alguien, pues perfecto. No pasa nada. No se acaba el mundo.
Si quedas mal con alguien por expresar tus puntos de vista, por actuar mirando tu salud, por elegir aquello que más te gusta o por no sumarte a una propuesta, entonces, ¿realmente lamentas haber quedado mal con esa persona? ¿Qué le aporta a tu vida alguien que no es capaz de respetar tus puntos de vista, tus decisiones, tus gustos o tu libre albedrío?
Francamente, cuando te liberas del miedo a quedar mal con los demás, te ahorras muchos quebraderos de cabeza, te cansas menos y te desprendes de personas que, lejos de aportar, estorban.
Por supuesto, hablo por experiencia.
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