Mérito, merecimiento y autoestima.

Uno de los mayores obstáculos que experimentan las personas en la consecución de la prosperidad es el conflicto con el merecimiento.

Merecimiento y mérito son dos palabras emparentadas.

Mérito viene del latín meritum, que significa cosa ganada, recompensa o lo que uno se ha hecho digno de recibir.  

Merecer proviene del latín merescĕre o merēre, que también significa ganar, hacerse digno de, merecer. 

Para que haya merecimiento tiene que haber mérito primero.

Muchas personas viven alejadas de la prosperidad porque se enfocan en sus deméritos, es decir, en sus faltas o defectos. Y lo hacen con frases como:

  • Yo soy un desastre para eso.
  • Me llevo fatal con la tecnología.
  • Yo soy del montón.
  • Suelo meter mucho la pata.

Todas estas frases indican falta de autoestima. Y sin autoestima no hay capacidad para reconocer los propios méritos. Y sin méritos no hay merecimiento.

El merecimiento es el sentimiento que surge de ser consciente de los propios méritos, de la propia valía.

Cuando uno es consciente de sus méritos es porque tiene autoestima. Y cuando uno tiene autoestima, uno sabe lo que vale. Y cuando uno sabe que vale, uno sabe que es merecedor de lo mejor.

En consecuencia:

El que no se valora, inconscientemente, siente que no vale. Y como no vale, no merece lo mejor.

Y contrariamente, el que se valora, porque tiene autoestima, pensará/creerá/dirá algo como:

Yo merezco lo mejor porque yo tengo un gran valor.
Lo mejor está en sintonía con mi gran valor.
Por eso, la prosperidad llega a mí.

Es lo lógico.
Es lo justo.
Es lo coherente.

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