En un país como España, la sección de lácteos de cualquier supermercado es, con diferencia, la mayor de todas. Y no por casualidad. Por una parte, responde a una demanda masiva del consumidor, pero, por otra, a un esfuerzo deliberado por infantilizar a la sociedad. No en vano, cuanto más infantil sea una sociedad, tanto más manipulable será.
Por de pronto, la leche representa el primer alimento que recibimos, cargado no solo de nutrientes sino de significados afectivos. Está íntimamente ligada al contacto físico y emocional con la madre. A través de ella se establece una sensación de seguridad, pertenencia y amor primordial. Cualquier ruptura, carencia o conflicto en esa fase (lactancia) puede quedar grabado y proyectarse más adelante en un deseo inconsciente de volver al pecho, es decir, al afecto original no satisfecho.
Podemos decir con todas las de la ley que nuestra sociedad actual está desmadrada (literalmente, sin madre), es decir, descarriada, desnortada y alejada de los valores humanos fundamentales. Pero también podemos decirlo en sentido literal, porque nuestra sociedad está huérfana de madre y de todos los atributos asociados a su figura, como el respeto, la empatía, la delicadeza, la amabilidad, la dulzura, la consideración…
La incorporación de la mujer al mundo laboral en nuestro país, especialmente, a partir de 1975, supuso que todo el tiempo que anteriormente había dedicado a estar con sus hijos pequeños (la mayor parte del día), lo dedicaba ahora a trabajar. Lo que, a su vez, implicó una progresiva ruptura de los vínculos psicoafectivos entre ella y su prole.
Niños que no pasan suficiente tiempo con su madre son niños que crecerán con un déficit de los atributos inherentes a la Polaridad Femenina, es decir, niños desnutridos que se convertirán en adultos a los que (en mayor o menor medida) les falte respeto, empatía, delicadeza, amabilidad, dulzura, consideración…
Por otro lado, el lácteo es el alimento del lactante. Y es perfecto para él. Pero en el adulto, el abuso del lácteo le lleva a alimentar tres de los atributos más destacados del lactante: el miedo (los bebés son muy asustadizos), la dependencia y la inmadurez. De ahí que a determinados poderes fácticos les interese que una sociedad como la española consuma grandes cantidades de lácteos. Y también, porque el lácteo del supermercado simboliza un consuelo emocional envasado.
Por consiguiente, para restaurar el orden natural y el equilibrio perdido de nuestra sociedad, es imperativo procurar que las madres pasen más tiempo con sus hijos, que la gente consuma menos lácteos (sobre todo, los industriales) y que tanto hombres como mujeres hagamos lo justo y necesario para sanar y para reconciliarnos con la figura de nuestra madre.
Una sociedad genuinamente conectada con Lo Femenino es totalmente incompatible con el abuso, con el maltrato, con la crueldad y con la barbarie.
Porque una madre es lo diametralmente opuesto a eso.
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