Un grave atentado

 

Una de las peores acciones que puede llevar a cabo un ser humano contra sí mismo es hablarle a una persona que no le escucha. De hecho, puede llegar a provocar un gran daño a la propia autoestima. Fundamentalmente, porque nuestra mente inconsciente lo interpreta como que se le da poco o ningún valor a lo que decimos... porque nosotros tenemos poco o ningún valor. Así de simple.

Pero lo verdaderamente demoledor es hacer de ello una actitud frecuente o cotidiana en nuestra vida, es decir, dirigirnos habitualmente a gente que no nos escucha, o que no nos presta la suficiente atención, e insistir una y otra vez en dicha acción, ya sea para tratar de convencerles de algo, para hacerles partícipes de una opinión que consideramos importante o bien para que sepan cómo nos sentimos; por ejemplo.

Ya sea porque nuestro interlocutor no esté receptivo en ese momento, porque no le hemos abordado de la forma adecuada, o, simplemente, porque no hay una adecuada sintonía entre nosotros, lo mejor es salvaguardar nuestra autoestima y no seguir hablando.

Da igual si el contexto es una charla informal con un vecino, una reunión de trabajo, o una conversación con un familiar: hablarle a quien no te escucha sólo dañará tu autoestima. O dicho de otra manera: las personas con la autoestima bien alta nunca pierden su tiempo con quienes no escuchan sus palabras.

Seguramente, tienen cosas mucho más importantes que hacer.

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