Heridas bien curadas

 


A finales de agosto, tuve un pequeño accidente y me hice un corte con un cristal en la pierna izquierda. Se trataba de una herida de unos 3,5 cm de longitud y unos 3 mm de profundidad que requería puntos de sutura. Sin embargo, descarté esa posibilidad.

El caso es que taponando la brecha, aplicando sobre ella un trozo de aloe vera y con la ayuda de una encantadora amiga enfermera que en ese momento estaba conmigo, conseguimos que la herida pasara de sangrar abundantemente a no sangrar en absoluto en menos de cinco minutos.
 
La imagen de la izquierda y la de la derecha sólo están separadas por catorce días, y la herida esta cicatrizando estupendamente gracias a que cada día he aplicado sobre ella apósitos de aloe vera alternándolos con amargo sueco.
Como podéis apreciar, la cicatrización es perfecta. Hasta el punto en que cuando la herida esté completamente curada no quedará ni rastro, no habrá ninguna cicatriz.
 
El aloe vera es un regenerador de los tejidos verdaderamente portentoso. Aplicas el gel de una hoja sobre una herida e inmediatamente el cuerpo crea una sinergia con él, de modo que desde el minuto uno empieza a regenerarse la zona afectada como por arte de magia. El resto, lo hace el tiempo.
 
El amargo sueco, por su parte, es una fórmula magistral de hierbas medicinales que sirve para tratar un montón de afecciones, tanto por vía interna como por vía externa. Otra maravilla de la medicina natural.
 
Conviene señalar que las heridas en nuestro cuerpo simbolizan heridas en nuestro ser, es decir, situaciones o personas antes las cuales nos hemos sentido heridos. Incluso nosotros podemos herirnos a nosotros mismos si incurrimos en pensamientos o actitudes que nos hagan daño.
 
Por lo demás, el modo en que se curan y cicatrizan las heridas en nuestro cuerpo es un reflejo fiel, como no podía ser de otro modo, de cómo somos capaces de sanar nuestras heridas emocionales y de pasar página...
 
...sin que quede una desagradable huella en nosotros.

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