La grasa, el cerebro y la debilidad mental.

 

Seguramente, muchos de vosotros os habréis dado cuenta de que, desde hace ya algunas décadas, hemos sido bombardeados con una serie de consignas, pretendidamente apoyadas por estudios científicos (a veces, pagados por las mismas multinacionales alimenticias), que sostenían la idea de que ciertas grasas son perjudiciales para el ser humano. Y también, el exceso de las mismas. De ahí que surgieran una enorme cantidad de comestibles (que no "alimentos") "bajos en grasas". Los cuales se vendían como más saludables.

Lo peor de este fraude es que esta idea, deliberadamente pervertida, ha arraigado en muchas personas. La idea esencial de que las grasas son algo malo.

Llegados a este punto, conviene recordar que la industria de la alimentación, a nivel planetario, está en manos de unas pocas empresas que apoyan el "Nuevo Orden Mundial" (también denominado eufemísticamente la "Nueva Normalidad"). Y que uno de los objetivos de este macabro plan es debilitar física, emocional (con el "distanciamiento social") y mentalmente a la población.

A todo esto, mucha gente que consume pocas grasas o comestibles bajos en grasas no sabe que el cerebro es uno de los principales demandantes de grasas del organismo, y que sin ellas se debilita y deja de funcionar adecuadamente. Así de simple. Es decir, la persona se vuelve cada vez más lerda, más débil mentalmente, le cuesta pensar, le cuesta elaborar una idea, analizar, deducir, se adormece, se atonta...

La solución a este engaño masivo es muy simple: comer a diario grasas de alta calidad. Grasas, como, por ejemplo, las de las semillas oleaginosas (oliva, girasol, sésamo...), pero de primera presión en frío. O como las de los frutos secos (almendras, nueces, avellanas...). O como la que contiene el aguacate (de baja densidad molecular), la cual es muy nutritiva, y, a la vez, fácil de digerir.

Ah, y añadir que las grasas sólo engordan cuando se comen en grandes cantidades, cuando se combinan inadecuadamente con otros alimentos o cuando son altamente tóxicas (como las fritas o las hidrogenadas).

Y, personalmente, creo que el mundo, hoy más que nunca, necesita a gente despierta, con una mente fuerte y despejada, y capaz de pensar por sí misma.

Sobre todo, esto último.

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