Cuando yo era pequeño, por alguna razón, tenía un concepto muy idealizado del ser humano. Demasiado idealizado. Pensaba en él como el rey del planeta Tierra. Y también, lo veía como un ser superior al resto de seres vivos. Tal vez, por su gran inteligencia. Sin embargo, afortunadamente, el tiempo, sumado a algunas experiencias que he ido viviendo, me han demostrado lo equivocado que estaba. De hecho, en algún momento, me di cuenta de que cada persona ve el mundo conforme a lo que lleva dentro de sí misma...
Muchas veces, he oído que nuestra "humanidad", es decir, eso que nos hace tan especiales a los seres humanos, y que aparentemente (sólo aparentemente) nos distingue de otras especies, es nuestra capacidad para amar, o sea, para respetarnos, para comprendernos, para perdonarnos, para apoyarnos, para compartir... Pero una cosa es tener capacidad (un potencial) y otra cosa muy distinta es ejercer esa capacidad, llevarla a cabo.
En mi humilde opinión, lo que nos define a los seres humanos no son nuestras capacidades ni nuestro potencial. Nos definen nuestras acciones. Los hechos consumados.
Me doy cuenta de que, con demasiada frecuencia, los seres humanos no nos comportamos humanamente. Así que, no sé hasta qué punto estamos legitimados para denominarnos "seres humanos". Creo que a la Humanidad le falta humanidad.
Por contra, observando detenidamente nuestro hermoso mundo, he podido comprobar, desde hace ya algún tiempo, que otros seres de aspecto no humano pueden ser, de facto, mucho más humanos que nosotros.
Infinitamente más.
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