Diego y las mujeres



Diego era uno de los mejores amigos de un amigo mío, y yo coincidía con él, a veces, en algún encuentro. El caso es que, como él era ingeniero de telecomunicaciones y yo había estudiado Diseño Industrial, siempre teníamos muchos temas interesantes de los que hablar. Sobre todo, de tecnología. Si bien, muchas de nuestras conversaciones, con bastante frecuencia, solían desembocar en temas más personales.

En una ocasión, Diego me comentó que se sentía bastante frustrado porque, a pesar de tener éxito con las mujeres, sus parejas le duraban muy poco. No más allá de tres o cuatro meses. Y no entendía el porqué. Cuando, aparentemente, todo iba estupendamente bien.

Lo cierto es que, ya la primera vez que conocí a Diego, percibí en él algunos rasgos que me llamaron poderosamente la atención. Seguramente, para una mayoría de personas, y, sobre todo, para las mujeres, su personalidad podía resultar bastante atractiva, pues a través de ella se dejaba sentir a un hombre muy extrovertido, entusiasta, emotivo, risueño, alegre... Aunque, su forma de hablar era la propia, por sus palabras y expresiones, de un adolescente de catorce o quince años.

Sí, a pesar de tener treinta y pocos años, Diego estaba claramente impregnado de un aire de adolescencia. Es decir, con muchas de las ventajas de esa etapa de la vida... y también con algunos de sus inconvenientes...

A todo esto, conviene añadir que, al poco de nacer él, el padre de Diego abandonó el hogar familiar, dejando a su madre por otra mujer. Y por si esto fuera poco, la madre de Diego, según él mismo me comentó, había sido una persona atenta con él pero escasamente afectuosa. Más bien, fría. Total: un cóctel bastante conflictivo.

Tal que así, cuando las mujeres conocían a Diego, no tardaban en rendirse ante sus encantos: su gran atractivo físico, sumado a esa personalidad jovial, fresca y divertida. Pero esa ausencia de padre había mermado sobremanera su Polaridad Masculina. Y ese déficit de afecto, por parte de su madre, había debilitado, a su vez, su Polaridad Femenina. Lo que se manifestaba en un hombre con profundas carencias. Especialmente, de índole afectiva.

Inconscientemente, Diego buscaba a una madre en sus parejas. Una madre que cubriera sus anhelos afectivos insatisfechos. E inconscientemente, sus parejas, sus mujeres, buscaban en él a un niño desvalido al que cuidar. Pero claro, una relación de pareja con tu madre, o de una madre con su hijo, es algo perverso; y que, a todas luces, está llamada al fracaso. Cuestión de tiempo...

Y curiosamente, este tipo de relaciones de pareja son muy frecuentes hoy en día.

Demasiado frecuentes, diría yo.

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