Cuando falta una madre



Hace algunos años, justo al terminar una de mis conferencias, se me acercó un hombre próximo a los cuarenta y con una mirada muy triste. Me comentó que hacía poco más de un mes había fallecido su mujer en un accidente y que se había quedado solo con dos niños pequeños; uno de cinco y la mayor de siete, creo recordar.

Me dijo que los críos lo estaban pasando francamente mal y que echaban mucho de menos a su madre (cosa lógica, por supuesto), y me preguntó si existía algún alimento que pudiera darles para ayudarles a sobrellevarlo mejor.

Los que me conocéis un poco, sabéis que no soy partidario de tomar lácteos industriales, ya que estos comestibles, hoy en día más que nunca, (máxime, con la frecuencia con la que se ingieren) son muy tóxicos, generan flemas y mucosidades, y entre otras enfermedades, causan un gran número de alergias, intolerancias y afecciones del intestino. Sin embargo, le recomendé a este hombre que le diera a cada uno de ellos 1 cucharada sopera de yogur de cabra (de ganadería ecológica) 3 veces al día. Tal como si fuera un jarabe homeopático. ¿Por qué?

  • A esas dosis, el nivel de mucosidades y flemas que puede causar la leche es mucho menor que a dosis convencionales.
  • La leche de un mamífero siempre proviene de una hembra (madre), y a nivel emocional proporciona al lactante una inmediata y reconfortante sensación de seguridad, de protección y de sentirse amado.
  • La leche de cabra es mucho más parecida a la de una mujer que la de vaca; y, por lo tanto, sienta mejor.
  • Si dicha leche proviene de un animal criado ecológicamente implicará que dicho animal habrá comido alimento ecológico, que habrá sido criado en el exterior y con libertad de movimientos. Es decir, sin estrés.
  • Comparativamente con las ovejas, las cabras son animales más dinámicos y juguetones, por lo que su energía encaja mejor con la de un niño.
El caso es que tres semanas más tarde este hombre contactó conmigo por teléfono para decirme, muy agradecido, que había habido un antes y un después en sus hijos a raíz de tomar el yogur de cabra. Que los notaba mucho más tranquilos, que dormían mejor y que ya empezaban a reírse en algún momento. Y que, de rebote, él también se sentía mejor.

Vamos, de esas noticias que, como persona y como profesional, te alegran enormemente el día.

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