Aprender a no hacer daño


Los profesionales que trabajamos con la descodificación de las enfermedades, facilitando constelaciones familiares o bien sanando el transgeneracional sabemos que una parte importante de los problemas de salud que sufren las personas, a un nivel profundo, son el resultado de un daño recibido a instancias de otras personas, por ejemplo: no haber sido un hijo deseado, haber sido engañado por una pareja, humillado por un jefe, maltratado por un padre, despreciado por un familiar, etc., etc.

Y a menos que una persona se haya trabajado muchísimo su desarrollo personal, para la inmensa mayoría de seres humanos estos episodios generan un conflicto y una emoción dolorosa asociada, que, al prolongarse en el tiempo y no ser transmutada, puede derivar en enfermedades, afecciones dolorosas o en actitudes limitantes, como, por ejemplo, desvalorización, timidez o miedo.

Sin embargo, en esta historia, no sólo salen perjudicados quienes reciben el daño sino quienes, consciente o inconscientemente, lo infringen a los demás. Algo que he podido comprobar cientos de veces, tanto dentro como fuera de mi consulta.

Uno de los casos más reveladores en relación con lo que os cuento fue el de una chica (unos 28 años) que conocí en un encuentro de fin de semana, hace años, amiga de un amigo mío. A pesar de que ella era vegetariana, practicaba la meditación y el Chi Kung, recuerdo que en una de las comidas comentó que padecía de intensos dolores en su rodilla izquierda, hasta tal punto que a veces cojeaba. Y no había podido superarlo a pesar de sus muchos esfuerzos y varias terapias.

El caso es que viendo cómo trataba a su hermana menor (unos 20 años), en muchos momentos con desprecio o indiferencia, no tardé en comprender la causa de su dolor. 

El dolor en su rodilla delataba una falta de flexibilidad (la cual se reflejaba en una crítica constante hacia su hermana) y un exceso de orgullo (dificultad para verse uno tal como es, con sus luces y sus sombras). Además, el hecho de que fuera en la parte izquierda del cuerpo ponía de relieve un conflicto con la Polaridad Femenina, es decir, con el respeto, la tolerancia, la comprensión, la dulzura, la empatía, la consideración, etc. Y, por otro lado, el que ese dolor le llevara a veces a cojear simbolizaba que algo en su camino "cojeaba".

Curiosamente, unas semanas más tarde, recibí una llamada de esta chica para acudir a mi consulta. En ella, abordamos el problema, y a través de nuestro diálogo pudo comprender perfectamente la causa de su dolor y qué le convenía hacer (en este caso, dejar de hacer) para sanarlo.

Lo cierto es que gracias a una mejora en su alimentación (encaminada a eliminar toxinas de su rodilla), cataplasmas de arcilla durante tres semanas y un cambio de actitud hacia su hermana conseguimos eliminar por completo su dolor de rodilla en menos de un mes.

Y, por si esto fuera poco, esa curación también marcó el principio de una hermosa historia de amor.

Una historia de amor entre dos hermanas.

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