Lucha


Nuestro sistema inmunitario se encarga de defender a nuestro cuerpo de posibles ataques hostiles (virus, bacterias, agentes tóxicos...), es decir, aquéllos que puedan suponer una amenaza para nuestra integridad. Pues bien, cuando nuestro sistema inmunitario enferma y entra en desequilibrio pueden suceder dos cosas: o bien que deje de luchar y padezcamos, por ejemplo, una infección grave, como una neumonía; o bien que luche masiva e indiscriminadamente, cuando no hay necesidad para ello, como en el caso de una leucemia, por ejemplo.

Sin embargo, cuando el sistema inmunitario está sano y equilibrado sólo luchará cuando sea estrictamente necesario. Pero lo hará. Porque si decidiera aceptar a los virus tal como se manifiestan en nuestro cuerpo y adoptara una actitud pasiva ante ellos, moriríamos en cuestión de horas o de días.

Este mismo mecanismo de lucha podemos observarlo en todas las especies de animales, incluso en el propio Reino Vegetal. Y permite a los distintos seres poder sobrevivir o alcanzar ciertos objetivos en su trayectoria vital.

La lucha, en el ser humano, es un esfuerzo (mayor o menor) para resistir o vencer a una fuerza hostil, para subsistir o para alcanzar algún objetivo. Y cuando este mecanismo universal se utiliza de la forma adecuada, tal como hace nuestro propio cuerpo o la Naturaleza, podemos permanecer en equilibrio, mantener fuerte nuestro sistema inmunitario y, seguramente, alcanzar logros importantes en nuestra vida.

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