La reconciliación con Gaia


Pueden darse muchas razones aparentes por las cuales un ser humano sea capaz de maltratar a la Madre Tierra. La mayoría de ellas, superficialmente, tendrían que ver con una falta de conciencia. Pero si profundizáramos un poco más, descubriríamos que detrás de los actos de ese ser humano subyace un conflicto no resuelto con su propia madre biológica.

Una persona puede disfrutar de una buena relación con su madre y, al mismo tiempo, tener un conflicto no resuelto con ella; y no ser consciente de ello. Me explico: un conflicto con la madre puede tener que ver, por ejemplo, con que su hijo no fuera deseado, o que no le diera de mamar (o que no lo hiciera el tiempo suficiente), o que no le atendiera cuando lloraba, o que no le escuchara ante una necesidad importante, que no lo tuviera en cuenta, o que en alguna ocasión lo humillara, etc.

Por otro lado, si observamos a la Tierra en el conjunto de planetas del Sistema Solar, comprobaremos que es el único con nombre femenino (el resto son: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón) y precedido por el artículo femenino "la". Por supuesto, no es por casualidad. Porque la Tierra es una entidad de naturaleza femenina. ¿Y por qué? Pues porque a diferencia del resto de planetas solares, engendra vida. El Sol la fecunda con su luz (sabiduría) y su calor (amor), y ella alumbra una pluralidad de seres vivos, entre los que nos encontramos nosotros, los humanos.

Por consiguiente, existe un principio de correspondencia entre la Madre Tierra (Gaia) y nuestra madre biológica, ya que ambas simbolizan y encarnan a la Polaridad Femenina. Y ambas, además, son capaces de engendrar vida cuando son fecundadas por la Polaridad Masculina (el padre, o el Sol, según corresponda).

En la medida en que un ser humano (hombre o mujer) sane su conflicto interno con su madre biológica, tanto más se acercará y tanto más amará a la Madre Tierra. Y en la medida en que un ser humano la ame, tanto más incapaz será de hacerle daño. A fin de cuentas, el amor nunca daña cuando es puro.

Es muy importante comprender todo esto, porque aunque un ser humano sea adulto siempre dependerá de la Madre Tierra para su supervivencia. A diferencia de nuestra madre biológica, no podemos emanciparnos de ella. Si Gaia muere, nosotros morimos con ella. Inevitablemente.

Por eso, la salvación de este mundo, de la especie humana y del propio individuo dependen de que nos reconciliemos con nuestra madre biológica y de que conectemos, cada vez más, con la Polaridad Femenina. Es decir, con el respeto, con la empatía, con la delicadeza, con la amabilidad, con la sensibilidad, con el cariño, con la ternura, con la compasión...

Nos va en ello la vida.

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