Descodificando enfermedades


Descodificar enfermedades es una labor muy similar a la que hace un traductor. Me explico: un traductor es alguien que conoce muy bien un idioma y es capaz de traducirlo fielmente a otro idioma que también conoce. Pero esa traducción no se realiza de forma arbitraria sino de acuerdo con unos conocimientos de semántica (el significado de las palabras), conforme a unas normas de ortografía (cómo se escriben correctamente dichas palabras) y de sintaxis (cómo se construyen las frases).

Para que una persona pueda ser considerada un buen traductor debería tener un conocimiento teórico y una experiencia sobre los idiomas con los que trabaja. Pero, al final, en lo práctico, su profesionalidad vendrá dada por la fidelidad y la precisión de sus traducciones. Y, sobre todo, si éstas terminan siendo útiles y provechosas para sus clientes, que es de lo que se trata.

Por otro lado, la misión de un traductor no es juzgar ni criticar el texto que le entrega su cliente. Su misión se limita a traducirlo de una forma aséptica y fiel al texto original, para que, como digo, le resulte útil y provechoso al cliente. 

De un modo semejante, los profesionales que utilizamos algún método de descodificación de enfermedades en nuestro trabajo tenemos un conocimiento teórico y una experiencia que nos permite hacer esa traducción correctamente (al menos, así debería ser). Nuestra misión no es juzgar ni criticar a nuestros pacientes. Simplemente, nos limitamos a interpretar sus síntomas y el significado profundo de sus afecciones o enfermedades. Y lo hacemos de acuerdo con unos patrones específicos y de una forma objetiva, para que esa descodificación, en última instancia, le resulte útil y provechosa a quien nos lo solicita.

En lo que a mí respecta, trabajo para todas aquellas personas que buscan soluciones definitivas y no remedios temporales. Les acompaño en sus procesos aportando información, herramientas, escucha, comprensión y apoyo. Además, procuro ser muy respetuoso con los tiempos de cada uno y muy cuidadoso con aquellos temas que resultan especialmente sensibles.

Yo, en algún momento de mi vida, también he experimentado la enfermedad y el dolor. Por eso, sé lo que se siente. Y a través de esa vivencia en primera persona puedo acercarme a los pacientes con empatía, respeto y comprensión, tratando de aportarles un entendimiento más amplio y profundo de la realidad, y las herramientas adecuadas para transformarla.

Mi mayor satisfacción es comprobar que una gran parte de los seres humanos que acuden a mí como profesional consiguen incrementar progresivamente el grado de armonía, equilibrio y salud en sus vidas; y en la mayoría de casos, alcanzar sus metas.

Y para alguien que ama su trabajo, eso es lo más grande.

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