Reglas y menstruación


Uno de los fenómenos más habituales que me he encontrado dentro y fuera de la consulta en relación con las mujeres son los trastornos menstruales, y, más concretamente, el dolor asociado a este proceso.

Tal como sucedería con cualquier otro síntoma, existen factores físicos que contribuyen a que dichas molestias o dolores se manifiesten, pero el origen de éstos siempre está relacionado con un conflicto interno. Y en el caso que nos ocupa hoy, ese conflicto tiene que ver con el Polo Femenino (lo que no significa, necesariamente, que la mujer en cuestión no sea femenina) y con la figura de la madre.

Dicho de otro modo: una mujer que pretendiera tener su menstruación sin molestias ni dolores habría de realizar un trabajo encaminado, primero, a sanar la relación con su madre; y también a potenciar su conexión con el Polo Femenino. El Polo Femenino es una de las dos polaridades que conforman al ser humano (hombre y mujer), y está relacionado con la ternura, el cariño, la delicadeza, el respeto, la comprensión, la empatía, la compasión, la amabilidad, la paciencia, el saber escuchar, el saber perdonar, el ayudar a los demás, la creatividad...

En el inconsciente colectivo del ser humano, una regla (norma, precepto) es aquello que ha de cumplirse guste o no. La regla obliga, o, cuanto menos, condiciona, a la hora de hacer algo. Además, puede ser desagradable, y también es fácil que produzca rechazo. Incluso una regla puede ser dolorosa cuando uno la tiene que seguir sin gustarle en absoluto.

Una menstruación molesta o dolorosa pone de relieve que la mujer que la padece, de forma inconsciente, siente un rechazo hacia el rol femenino. Fundamentalmente, porque éste implica tener que seguir ciertas reglas dolorosas (a veces, autoimpuestas) por el mero hecho de ser mujer.

También de forma inconsciente, y en mayor o menor medida, algunas de estas mujeres tienden a adoptar ciertos roles masculinos inarmónicos (que implican un exceso de testosterona=desequilibrio hormonal). Roles que luego, fácilmente, les llevan a experimentar sentimientos de culpa. Y la culpa, por su parte, también es dolorosa; con lo que se suma al conjunto.

La mujer adopta este rol masculino no armónico de forma inconsciente porque es como colocarse en una posición ventajosa con respecto a ese sexo débil que ha asumido, que puede significar el ser mujer y contra el que se rebela (también inconscientemente). Lo que indica, a su vez, un conflicto con la figura del padre. El cual representa al Polo Masculino.

Un gran paso hacia delante en el proceso de sanación de la energía femenina sería el dejar de utilizar la palabra regla como sinónimo de menstruación. Porque insisto: a menudo las reglas son dolorosas de seguir. Producen rechazo. Máxime, cuando muchas de esas reglas son tan impuestas como ingratas.

En última instancia, la sanación de la menstruación pasa porque la mujer se reconcilie, a través del corazón, con lo femenino y con lo masculino. Con el padre y con la madre. Y que aprenda a vivir, mediante la máxima plenitud posible, y abrazando al hombre (padre, hermano, hijo, pareja...), su genuino rol femenino.

Es decir, que aprenda a aceptar, plenamente, el hecho de ser mujer.

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