Admiro a esas personas...


Os confieso que siento una profunda admiración por las personas que ven algo en mí que se puede mejorar o superar, que tienen el valor de decírmelo, y que, además, lo hacen con educación, con respeto y con elegancia. Me quito el sombrero ante ellas. Para mí, son un valioso regalo de la vida.

La verdad es que no siento ninguna admiración por las personas que ven en mí cosas que se pueden mejorar o superar, que me aceptan tal como soy y que no pretenden cambiarme en absoluto, que se quedan ahí, calladas, sin decir nunca nada. ¡Pero si yo lo que quiero, precisamente, es cambiar, evolucionar y ser cada vez más feliz!

Por supuesto que a mí no me gusta que alguien trate de convertirme en lo que no quiero ser. Pero si alguien pretende cambiarme... a mejor, le abro las puertas de mi corazón de par en par. 

Como digo, una cosa es pretender convertir a alguien en lo que no es y otra muy diferente aportar algo positivo a la vida de una persona. Lo primero es una invasión; lo segundo, un acto de amor.

Claro está que la línea que separa la invasión del acto de amor puede ser a veces muy delgada. Por eso, es conveniente saber cómo decir las cosas y en qué momento. Ahí está la sabiduría.

Pero ya os digo, cualquier persona que desee mejorar mi vida o contribuir a mi crecimiento personal es bienvenida.

Tendrá toda mi consideración, mi afecto y mi reconocimiento.

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