Halitosis (mal aliento) curada


Poco antes de Navidad, una mujer de La Rioja contactó conmigo telefónicamente con la intención de que yo le ayudara a solucionar un problema que, sin ser grave, le estaba condicionando muchísimo su vida y le estaba causando un considerable sufrimiento desde hacía años. Me refiero a una afección que todos conocemos comúnmente como mal aliento (o halitosis).

Cuando llegó el momento de atenderla en una consulta (vía Skype), pude comprobar con cierta sorpresa que la dieta de María (le cambio el nombre para preservar su anonimato) y sus hábitos eran bastante saludables. Realmente, había poco que retocar. Se notaba que ella había aprendido mucho sobre nutrición y que había puesto en práctica lo aprendido con bastante acierto. Sin embargo, yo sabía perfectamente que la alimentación, aun siendo fundamental, no era lo más importante. Y que incluso con una dieta excelente una persona puede padecer ciertas afecciones, e incluso enfermar gravemente. ¿Por qué? Pues porque más allá de lo que comemos están nuestros conflictos y nuestras emociones, y son éstos, por encima de todo, los que determinan nuestro grado de salud. Ni más ni menos.

A través del diálogo que mantuvimos María y yo, comprendí enseguida que detrás de ese mal aliento había sentimientos de rabia, de ira y de resentimiento hacia sí misma y hacia otras personas, y que para superarlo María tendría que asumir dos retos esenciales: aprender a expresar aquellas cosas que llevaba por dentro y que le dolían (y que silenciosamente ocultaba por miedo al qué dirán) y a perdonar a ciertas personas. Así que, para tal efecto, le di una serie de pautas muy concretas que se podrían resumir en tres grupos:

1) Mejorar la combinación de alimentos.
2) Corregir ciertos hábitos a la hora de comer.
3) Poner en práctica algunas técnicas para que la expresión y la comunicación con los demás fuese más fluida y hacer un trabajo personal muy concreto orientado a perdonar a algunas personas que le habían causado sufrimiento en momentos concretos de su vida.

La cuestión es que, después de cuatro semanas, cuando tuvimos la segunda consulta, apenas quedaba rastro del mal aliento. María había hecho un buen trabajo, y los resultados no se hicieron esperar. Este fue uno de tantos casos en los que se podía ver claramente la correlación entre un problema de salud y cómo la persona gestiona su realidad.

El cambio de actitud, una vez más, obró el milagro.

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