Saber callar


Estoy convencido de que la sabiduría tiene que ver más con la flexibilidad que con seguir rígidamente ciertos principios, por muy válidos que puedan ser éstos en un momento dado.

Por ejemplo, muchos estaríamos de acuerdo en que decir lo que se piensa puede ser una gran virtud. Tan cierto como que en otros momentos puede ser todo lo contrario: un gran defecto.

Recuerdo que algo que me caracterizaba en mi adolescencia era que yo siempre decía lo que pensaba. Eso me granjeó la simpatía y la admiración de muchos compañeros de clase, que me veían como una persona valiente, porque me atrevía a decir lo que otros, por cobardía, callaban. Sin embargo, con el paso del tiempo, aquella virtud comenzó a causarme problemas, y la antipatía y el rechazo de otras personas; incluso llegó a perjudicarme en más de una ocasión. Además, años más tarde también me di cuenta de que detrás de mi franqueza no sólo había valentía sino ganas de llamar la atención y afán de notoriedad.

Luego, comprendí que, como todo en la vida, la franqueza, para no ser fuente de conflicto, requería una dosis y un momento adecuados. Supe entonces que tan admirable era ser franco como inteligente el saber callar. Todo dependía del momento y de quién tuvieras delante.

Posteriormente, llegó a mis oídos un proverbio árabe que vino a reforzar mi teoría: Si las palabras que vas a decir no son mejores que el silencio, mejor que sigas callado.

El hecho es que nos comunicamos constantemente con los demás. Es una necesidad primordial. Pero también, una de las principales fuentes de conflicto en el ser humano: la causa de muchas discusiones, enfrentamientos y desencuentros. Y no sólo porque a veces nuestras palabras no sean acertadas sino porque lo que le decimos al otro puede conectarle, inconscientemente, con episodios desagradables de su vida que le hayan dejado una huella emocional. 

Es algo que he aprendido, que trato de poner en práctica y que le recomendaría a todo el mundo para disfrutar de mejores relaciones con los demás. Por eso, ante la inmediatez de decirle algo a alguien, cabe preguntarse: 

¿Es este el lugar apropiado para decirlo? ¿Y el momento? Y, ¿Con mis palabras vamos a ganar algo los dos, o solamente yo?

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