La genética no es excusa



Muchas veces, he oído a personas resignadas ante el hecho de tener una predisposición genética para padecer una enfermedad (como, por ejemplo, el cáncer), una afección (como, por ejemplo, el sobrepeso), o, incluso, un rasgo de la personalidad (por ejemplo, una tendencia a fracasar en los negocios).

Mis padres y mis abuelos murieron de cáncer, así que es fácil que yo también termine padeciéndolo. 

Mi madre, mi abuela y mi bisabuela tenían sobrepeso, y, como yo soy mujer, no tengo forma de evitarlo. Siempre he estado rellenita. Así que haga lo que haga, lo tengo muy complicado.

O bien: Mi abuelo y mi padre tuvieron sendos negocios y ambos se arruinaron. Llevo el fracaso en los genes. Lógico que mi empresa se haya ido al garete. Yo no sirvo para esto.

Son frases, como digo, que pueden escucharse habitualmente. Frases que reflejan una visión muy limitante de la realidad. Sobre todo, porque desde ese punto de vista no se puede evolucionar. Sin embargo, la vida, en sí misma, es evolución. O dicho de otro modo: la evolución es una cualidad intrínseca de la vida. Por tanto, el estancamiento es un acto contra natura.

Científicamente, los genes que heredamos de nuestros antepasados están muy lejos de ser algo inamovible, algo que no podamos cambiar. Más bien, es todo lo contrario: cambian constantemente.

A poco que nos fijemos en la historia de la vida en el planeta Tierra, nos daremos cuenta de que los genes van transformándose de generación en generación. Bien es cierto que unos son más dominantes, o menos propensos a cambiar, y otros lo son más. Pues, de no ser así, si no fuera porque los genes van cambiando de generación en generación, no existiría la evolución. Ni la vida misma.

Yo resumiría los hechos de la siguiente manera: la genética predispone, pero no dispone.

TÚ ERES, CON TU ACTITUD, EL QUE DISPONE.

Los genes que hay en tu cuerpo, y que definen rasgos de tu organismo y de tu persona, van evolucionando conforme tú evolucionas. Eres tú el que los vas modificando (mutando) en la medida en que vas transformando tus hábitos y la propia actitud que tienes en cada momento de tu vida.

Puedes pertenecer a una familia en la que unos genes se han expresado prácticamente sin cambios durante generaciones y sufrir por ello (un cáncer, sobrepeso, o un rasgo limitante en tu personalidad), pero tú puedes empezar a cambiar la información que hay escrita en esos genes en la medida en que algo en ti o en tu forma de actuar cambie.

En realidad, no son los genes los que escriben nuestra realidad, somos nosotros, al actuar dentro de esa realidad que creamos, los que reescribimos la información de nuestros genes. Somos nosotros los que los vamos modificando. Somos nosotros, cada uno de nosotros, los artífices de la evolución de nuestra especie.

Efectivamente, tú puedes tener escrita en tus genes una predisposición a padecer cáncer, pero ese cáncer no se expresará si tú no le das el medio apropiado para que se exprese (conjunto de factores físicos y psicoemocionales).

Tú puedes tener una predisposición genética al sobrepeso. Básicamente, porque hayas heredado de tus antepasados más directos unos hábitos (alimenticios, conductuales, emocionales) que te llevan al sobrepeso. Pero bastará con que modifiques esos hábitos para que el sobrepeso se corrija (me remito a la experiencia) y empiece a cambiar tu metabolismo.

E igualmente, puedes creer que llevas escrito en tus genes la tendencia al fracaso en los negocios, porque tus ascendentes han vivido ese mismo fracaso y parece algo inevitable, algo que tú no puedes controlar. Sin embargo, puede que ellos no tuvieran en cuenta algo importante, algo que se les escapó, ese algo que les llevó a arruinarse. Como digo, puede que ellos no se dieran cuenta... pero quizá tú sí puedas, y con tu toma de conciencia cambiar tu destino.

Sea como fuere, a la hora de superar una enfermedad, una afección o un rasgo muy arraigado de nuestra personalidad, cada ser humano es responsable de obrar el cambio. Porque, tan cierto es que nuestros genes nos condicionan como que nosotros condicionamos a nuestros genes. Así pues, para quien desea curarse o mejorar su vida, la genética no es una excusa.

Es una fantástica oportunidad.

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