Consciente e Inconsciente

Frecuentemente, se distingue y reconoce al ser humano como un animal consciente. Sin embargo, si nos ceñimos estrictamente a la realidad observable (más aún, si nos remitimos a los hechos), lo propio sería definirlo como todo lo contrario, es decir, como un animal inconsciente. Veamos por qué.

La mente humana puede dividirse en dos grandes partes: consciente e inconsciente. La parte consciente es, por así decirlo, la más superficial, como la parte de un iceberg que asoma en el mar por encima de la línea de flotación (1/9). Es la parte de la mente que se encarga de percibir la realidad de la que el sujeto se da cuenta y que puede describir sin esfuerzo. La que tiene que ver con la percepción, los recuerdos, los pensamientos… Por otro lado, la mente inconsciente sería la parte del iceberg que está sumergida bajo la línea de flotación, ocho novenos (8/9) en el caso de un iceberg. Aunque yo, personalmente, considero que en el caso del ser humano, en general, es muchísimo mayor la proporción de mente inconsciente que la de mente consciente, incluso en aquellas personas que tienen una gran conciencia.

Para que se pueda entender mucho mejor la diferencia entre ambas mentes, consciente e inconsciente, y cómo actúan, pondré varios ejemplos:

Ejemplo 1) Una persona determinada, en una fase concreta de su vida, experimenta una intensa ansiedad que le lleva a comer de manera compulsiva. Esa persona, imaginemos, va un día a la pastelería y compra cinco pasteles para darse un atracón. Su mente consciente elige a qué pastelería va, qué pasteles le gustan más, si paga en efectivo o con tarjeta y en qué momento decide comérselos. Y si nosotros le preguntáramos en ese momento de comérselos algo como: ¿Por qué lo haces?, ella podría contestarnos con un simple Porque tengo muchas ganas de comer dulce. Hasta ahí, la mente consciente. Pero si tuviéramos la ocasión de sumergirnos por debajo de la línea de flotación y ver lo que hay en su inconsciente, la razón que encontraríamos sería muy distinta. Algo así como: Pretendo llenar un gran vacío interior, porque echo de menos la dulzura en mi vida y no sé otra manera de alcanzarla.

Ejemplo 2) Un niño pequeño fue mordido por un perro de gran tamaño cuando tenía cuatro años. La herida fue de envergadura y muy traumática. De hecho, tuvo que ser hospitalizado por ello. A la edad de diez años, su madre le regala un pequeño cachorro de perro, muy tierno, que él acepta encantado y con el que enseguida establece un vínculo emocional muy intenso. Sin embargo, al poco tiempo, él y su madre tienen que emigrar durante dos años al extranjero por razones económicas, dejando al cachorro con los abuelos del crío. Al cabo de esos dos años, regresan a su país de origen, pero cuando el niño ve de nuevo a su perro, que ya ha crecido mucho, se siente horrorizado y le dice a su madre que no quiere tenerlo en casa bajo ningún concepto. Hasta ahí, la mente consciente. Pero si nos sumergiéramos en la mente inconsciente de ese adolescente y le pusiéramos palabras a lo que vemos, éstas podrían ser algo como: A pesar del intenso vínculo afectivo que me unía a mi perrito, el cachorro se ha convertido en adulto, y ahora es un perro grande que me recuerda al que me mordió. Me ha despertado el miedo que entonces sentí, cuando era pequeño, y ese miedo me paraliza, impidiéndome que pueda relacionarme normalmente con él. Por eso, no quiero estar a su lado.

Ejemplo 3) A un hombre con pocos recursos económicos le regalan sus hijos un buen día un excelente teléfono móvil. Al cabo de un tiempo, se termina enganchado al Facebook y al WhatsApp, pues pasa la mayor parte del día involucrado en interacciones dentro de esas aplicaciones y viendo actualizaciones constantemente. Tiempo después, cierto día, va y dice: Sé que esto no me beneficia, que no me conviene, y daría lo que fuera por superar esta adicción. Entonces, unos días más tarde, se le cae el móvil cruzando una calle y un coche lo aplasta, echándolo a perder de forma irreversible. Entonces, uno de sus hijos le regala un viejo teléfono móvil con el que sólo puede hablar por teléfono y enviar mensajes de texto. En este caso, observamos cómo la mente inconsciente materializa un deseo consciente pero inespecífico (Daría lo que fuera por superar esta adicción), pues las nuevas circunstancias en las que se encuentra ese hombre, con un teléfono móvil muy básico, le impiden seguir adelante con su adicción.

Podríamos decir que la mente consciente es racional e inteligente, con una gran capacidad para pensar, analizar, evocar, imaginar, planificar... mientras que la mente inconsciente es tonta... pero, eso sí, con una memoria de elefante, pues es capaz de recordar hasta el más mínimo detalle de nuestras vidas. Incluso muchísimos que pueden, perfectamente, pasar desapercibidos para nuestra mente consciente. Y el caso es que nuestros actos conscientes son determinados por nuestra mente consciente, pero la mente consciente se nutre permanentemente del flujo de información que le llega de la mente inconsciente, de tal modo que en la inmensa mayoría de nuestros actos conscientes hay una gran parte inconsciente. Una parte que, a menudo, nos pasa por completo desapercibida.

Lo sustancioso de este enfoque es que en el proceso de evolución, maduración y sanación (superación de los traumas, heridas y condicionamientos) de un ser humano cualquiera es esencial eso que comúnmente se denomina toma de conciencia. Y esa toma de conciencia no es otra cosa que trasladar lo que está a oscuras (por eso, no se ve) en la mente inconsciente a la luz, es decir, a la mente consciente. Porque en muchas ocasiones, ese simple acto de llevar de la una a la otra puede resultar tremendamente sanador; o, cuanto menos, servir de catapulta, proporcionando un gran impulso hacia delante, en ese referido proceso de sanación, maduración y evolución del ser humano.

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