"Vivir es fácil con los ojos cerrados", de David Trueba.

Sinopsis: Antonio (Javier Cámara) es un profesor que utiliza las canciones de The Beatles para enseñar inglés en la España de 1966 (basado en la historia real de Juan Carrión, un antiguo profesor de inglés de Cartagena). Cuando se entera de que su ídolo John Lennon está en Almería rodando una película, decide viajar hasta allí para conocerle. En su ruta recoge a Juanjo (Francesc Colomer), un chico de 16 años que se ha fugado de casa, y a Belén (Natalia de Molina), una joven de 21 que aparenta estar también escapando de algo (Filmaffinity).
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Comprendo perfectamente que el Goya al mejor actor en 2014 fuera a parar a las manos de Javier Cámara. Pocas veces un premio fue tan merecido. Menudo talento. Todo un descubrimiento para mí. Y del director, David Trueba, podría decir tres cuartos de lo mismo: talento a raudales.

De esta película me han llamado la atención, y me han gustado especialmente, ciertos aspectos en particular. Algunos de ellos muy emocionantes.

El papel de Javier Cámara, por de pronto, no tiene desperdicio, pues pasa por ser el de un hombre simpático, ingenioso, sensible, noble y con un gran fuerza interior. Todo un referente de masculinidad y de humanidad. Máxime, en la España de 1966, que aún vivía bajo el asfixiante yugo de la dictadura franquista.

Me encantó su perfil de seductor, sacado a relucir con Belén, la autoestopista veinteañera, una atractiva muchacha llena de encanto, sensualidad y frescura. Y a pesar de que Antonio representa a un hombre de más de 45 años, la atracción por la joven escapa a la distancia cronológica que le separa de ella. A fin de cuentas, el amor es absolutamente irracional, y no conoce límites.

Fue maravilloso observar las habilidades sociales de Antonio, en general; y en particular con Belén. Me fascina la confianza en sí mismo que irradia al dirigirse a ella, su constante ingenio, su alegría, su fina ironía y su caballerosidad, que no pierde ni por un instante, y que facilita que la referida se sienta en todo momento muy cómoda con él a su lado.

Y aparte de los momentos que comparten él y ella con Juanjo (el adolescente que les acompaña en la mitad de su periplo), que para mí son, en conjunto, lo mejor de la película, hay dos escenas que me parecieron sobremanera conmovedoras.

En una de ellas se ve al hijo del tabernero (un preadolescente con parálisis cerebral que va en un silla de ruedas) acariciando a Belén, que se había acercado a él para entablar conversación.

En la otra, un niño muy pobre se acerca a Antonio para venderle higos chumbos a cambio de unas monedas. Me resulta difícil de explicar con palabras la ternura y la compasión que me despierta el chiquillo. Una escena sublime, de apenas un minuto de duración. Como os decía, una de las más conmovedoras de la película... y de cuantas he visto en mi vida.

Dicho lo cual, sólo me resta invitaros a que la veáis.

Seguro que no os dejará indiferentes.

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