Cuchara, tenedor y cuchillo.



Tenedor: ¿Alguno de vosotros sabe lo que se ha preparado hoy Elisa para comer?
Cuchillo: Creo que una crema de champiñones, y pescado con verduras salteadas de segundo.
Cuchara: ¡Qué bien! ¡Pues hoy coincidimos todos en la mesa!
Tenedor: Será un placer compartir el salvamanteles contigo, Cuchara.
Cuchara: Gracias. Lo mismo digo, tenedor. Y tú, Cuchillo, ¿hoy te noto un poco raro? ¿Qué te ocurre?
Cuchillo: Pues... bueno... estoy un poco triste, la verdad. Tengo dudas existenciales...
Cuchara: ¿A qué te refieres exactamente?
Cuchillo: Pues que siento que tengo una existencia un tanto miserable... o insignificante... no sé... ¿No os habéis dado cuenta? En todas las comidas terminamos manchados o grasientos. Luego, nos lavan en esa piscina metálica llena de agua, después nos ponen a secar en un cacharro que siempre está húmedo y a continuación nos guardan en un cajón, a oscuras, hasta el próximo servicio. Qué vida tan cruel...
Jarra de agua: Aunque nadie me ha dado vela en este entierro, ¿puedo intervenir en la conversación? Me gustaría compartir con vosotros mi punto de vista.
Tenedor: Por mí, adelante, Jarra. Tú siempre haces gala de una gran sabiduría.
Jarra: Gracias, tenedor. Jejeje. El truco está en que me voy llenando y luego me vacío. Me lleno y me vacío...
Cuchara: Tú sí que eres importante, Jarra, porque das de beber al sediento con el fruto de tu vientre. Eres tan maternal...
Jarra: Gracias, Cuchara, tú eres muy amable. Pero todos vosotros también sois muy importantes. Cada uno de los tres. De hecho, vuestra importancia es capital en la vida de Elisa. Porque, sin daros cuenta, creáis metáforas que le ayudan a ser más feliz.
Cuchillo: Me gustaría mucho que nos explicaras tu teoría. Pareces muy convencida de lo que dices, Jarra, pero no sé por dónde vas.
Jarra: Pues yo te lo explico con mucho gusto, Cuchillo. Claro que sí, precioso. Verás... mirad a Cuchara. Qué belleza. Qué curvas tan bonitas. Da gusto mirarte y sentir esa feminidad que encarnas. Y gracias a ti, Elisa puede recoger suavemente, sin exabruptos, lo cálido de la vida: las sopas, las cremas, los caldos... Aunque yo sé que tú también te atreves con los gazpachos, que simbolizan la frescura y la fluidez. Eres muy versátil. Pero sobre todo, como digo, eres receptiva. Receptiva, amable, hermosa...
Cuchara: ¡Uf!, me voy a sonrojar...
Jarra: Y aquí tenemos a don Tenedor. Tú papel es fundamental, querido amigo: tú sujetas con firmeza y determinación las experiencias de Elisa, para que no se le escapen y para que pueda manejarlas a su antojo en cada momento de su vida. Y hasta te pareces un poquito a Cuchara. Aunque yo te veo como el complemento perfecto de nuestro querido Cuchillo.
Tenedor: Sí, la verdad es que me llevo muy bien con él. Somos como hermanos. Por eso me da tanta pena que el pobre esté triste.
Cuchillo: Pero es que... yo... no sirvo para nada. Soy como un palo seco y aplastado. Y soy feo.
Jarra: Cuchillo, cariño: tú eres una maravilla, mi amor. Un prodigio de la sencillez y de la eficacia. Y tan esbelto, tan estilizado, tan bello... Eres imprescindible en la vida de Elisa. Tú le ayudas a que esas situaciones que a veces le vienen un poco grandes pueda digerirlas fácilmente. Tú contribuyes a eliminar lo que le sobra, a simplificar las cosas, a dividir lo que es grande y tosco para convertirlo en algo pequeño y amable. Y, por si todo eso fuera poco, como he dicho antes, eres el complemento ideal de Tenedor. Sabes que él te necesita muy a menudo para poder llevar a cabo con éxito su misión.
Vaso: Bueno, bueno... no os olvidéis de mí. Yo soy el más afortunado de todos. Elisa tiene unos labios tan carnosos y tan sensuales... Da gusto darle de beber.
Jarra: Menos humos, Vaso... o te dejo seco, ¿eh?

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