Trigo sarraceno: la semilla del guerrero. (Efectos psíquicos, emocionales y anímicos).

Con toda seguridad, no habréis oído hablar nunca del trigo sarraceno (o alforfón) como la semilla del guerrero. Fundamentalmente, debido a que es una denominación que acaba de asignarle un servidor. Porque méritos, desde luego, no le faltan.

Aunque es considerado como un cereal por sus características químicas, y por el modo en que se prepara y consume, en realidad es una poligonácea. Una de las semillas más nutritivas, equilibradas y energéticas que existen. Pero hoy quiero hablaros de otras de sus características y propiedades, más allá del plano físico, que he tenido ocasión de investigar, comprobándolas en mí mismo y en otras personas cercanas.

Lo que me llama especialmente la atención del trigo sarraceno es su forma: lo primero que yo veo es una punta de lanza. Pero también una pirámide de base triangular (tetraedro). Y una llama. Y todas estas formas dan una idea simbólico-cuántica de las características y de los efectos que propicia esta semilla en el ser humano.

La lanza es el arma del guerrero primigenio. Con ella se defiende (saber defenderse en la vida) y lucha (saber luchar -lucha es lo opuesto a rendición- y abrirse camino ante las adversidades). A quien la porta le confiere seguridad (confianza, fe en uno mismo). Y es el complemento ideal del valor, su expresión. Luego el trigo sarraceno aporta fuerza, valor, confianza, Fe (alto contenido en hierro), coraje y determinación.

La pirámide es una estructura sólida, compacta y equilibrada que interconecta la energía de la Tierra (base, pies, lo mundano) con la del Cielo (vértice, cabeza, lo divino), favoreciendo un flujo biunívoco (de doble sentido) y armónico entre ambos. La conjunción de lo terrenal y de lo espiritual. El abrazo entre Yin y Yang (el cual, a su vez, general el Tao, el camino, el todo, el amor). Así pues, el trigo sarraceno ayuda a conciliar los dos polos de la realidad (dualidad) para reconvertirlos en una entidad compacta (unicidad). Y contribuye, decididamente, a que las partes dispersas (parcialidad) se transformen en un todo cohesionado (integridad).

Tal como he comentado, aunque el trigo sarraceno propicia el abrazo entre Yin y Yang, él es un ser intrínsecamente Yang. Muy Yang, de hecho. El Yang es la energía centrípeta (la opuesta a la centrífuga), la que nos arraiga a la Tierra, la que nos conecta con la Gran Madre, la que nos impele a poner los pies en el suelo. El Yang es lo compacto, lo duro, lo fuerte, lo resistente, lo tenaz, lo masculino. Y eso es, justamente, lo que favorece el trigo sarraceno en las personas: la dureza (en el plano simbólico-metafórico la dureza representa la capacidad del ser humano para mantener su integridad), la fuerza (para acometer los retos que genera la vida y no decaer en el empeño), la resistencia (la capacidad para aguantar, para soportar y para tolerar las dificultades), la tenacidad (firmeza en la consecución de un propósito), lo masculino (la energía del Padre/Polo Masculino).

Luego tenemos la llama, que representa al fuego. No sorprende esta característica en esta semilla, cuando sabemos que es originaria de una remota y fría región de Siberia.

El fuego es el elemento que transforma y sublima a todos los demás elementos. El fuego calienta el corazón y disipa la frialdad (dificultad de algunas personas para expresar su calidez=amor), insufla ánimo, pasión, impulso, entusiasmo, dinamismo, vitalidad, fomentando también el despertar de la energía sexual (la forma del trigo sarraceno también se asemeja al glande del pene), sobre todo, en el hombre. 

En síntesis, el trigo sarraceno:

  • Ayuda a luchar a quien tiene tendencia a rendirse.
  • Fomenta la capacidad para saber defenderse en la vida.
  • Aporta confianza, seguridad y fe en uno mismo.
  • Desarrolla el valor, la fuerza, la resistencia y la tenacidad.
  • Contribuye a potenciar el Polo Masculino, tanto en hombres como en mujeres.
  • Equilibra la dualidad del ser humano (Yin y Yang) y favorece en él un sentimiento de unicidad (Yo soy Uno con El Todo).
  • Acrecienta la visión holística de la realidad en detrimento de la visión parcial o fragmentaria.
  • Confiere voluntad y determinación para poder poner los pies en el suelo (personas excesivamente soñadoras, nostálgicas o con tendencia a la depresión).
  • Calienta el corazón, propiciando la capacidad del individuo para expresar su propia calidez.
  • Estimula la energía sexual. Especialmente, en los hombres.

Comentarios