Psicosomática de la sinusitis y de la rinitis

Este pasado verano he tenido oportunidad de observar repetidamente, muy de cerca y durante varias semanas consecutivas estas afecciones en una persona. He podido contrastar con el paciente en cuestión sus síntomas, sus emociones y sus pensamientos; y su vivencia no ha hecho sino confirmar mis conclusiones previas. Fue como una experiencia de confirmación. Unas conclusiones, como digo, a las que yo ya había llegado hacía tiempo mediante la observación de otros muchos casos y que ahora me apetece compartir gustosamente con vosotros.

Ya sea por un resfriado, por ejemplo, o por una alergia, estas afecciones se caracterizan por un cuadro cuyo síntoma principal es la inflamación/irritación de la mucosa nasal, un síntoma que suele ir casi siempre acompañado de una más o menos abundante mucosidad o goteo nasal, algo que obliga a sonarse con frecuencia (y tocar con nuestro pañuelo la nariz).

Así pues, nos encontramos ante una situación o persona que nos toca las narices, es decir, alguien cuyas palabras o acciones nos irritan o nos calientan/queman (inflamacióninflammatio
<flamma-æ=llama de fuego). Alguien, en definitiva, que nos produce alergia, o, dicho de otro modo, alguien ante cuya presencia reaccionamos de forma brusca, violenta o poco delicada (fiebre, estornudos, enrojecimiento, congestión, etc.).

A continuación, llegaremos a la raíz del conflicto, desgranando con detenimiento esos síntomas, a la luz de lo que representan y simbolizan:

  • Sonarse con frecuencia=Algo me toca las narices.
  • Alergia=El cuerpo del alérgico trata como si fuera un enemigo a determinados elementos del ambiente (alergeno) que el resto de personas toleran normalmente, reaccionando con violencia ante ellos. La alergia es, pues, una reacción desmesurada o desproporcionada ante las acciones de terceros. Es una falta de tolerancia, de empatía o de compasión hacia los demás.
  • Irritación de la mucosa=Algo/alguien me irrita.
  • Inflamación de los senos nasales=Algo/alguien me está calentando.
  • Exceso de mucosidad=Ser como un mocoso (o sea, como un niño pequeño). Porque estamos afrontando la situación en cuestión con demasiada inmadurez.
  • Estornudos=Expulsión de lo que es tóxico en mi persona. A veces, acompañado de una cierta sonoridad (=reafirmación personal/deseo de llamar la atención de los demás para ser reconocido, atendido, mimado, etc.).
  • Ojos enrojecidos y llorosos=Los ojos inyectados en sangre son un síntoma característico de la ira, de la furia, de la rabia. Tanto más se intensifican en tanto que el paciente reprima estas emociones. Las lágrimas delatan, y permiten que aflore inconscientemente, la tristeza que no se ha expresado (que se ha reprimido). Y es que ira y tristeza son dos caras (dualidad) de una misma moneda. Normalmente, detrás de una de ellas se oculta la otra.
  • Fiebre=Es el fuego que no ha salido al exterior. Lo que nos quema y no manifestamos, o no expresamos, o no verbalizamos.
  • Congestión=Falta de fluidez=bloqueo mental o emocional. Retener dentro lo que quiere salir afuera. Inhibición. Falta de adaptación a las circunstancias o a los acontecimientos.
  • Falta de olfato (anosmia)= Falta de sagacidad, de agudeza, de intuición o de entendimiento (en contraposición a tener buen olfato).
  • Dolor de cabeza=Darle demasiadas vueltas a un pensamiento dañino... que nos produce quebraderos de cabeza.
  • Hipoacusia o dolor de oídos=Lo que oímos nos produce dolor, agravio, nos ofende. O nuestra capacidad para oír se ve temporalmente mermada porque hay cosas que no queremos oír.

Por descontado, esa persona o esa situación que nos toca las narices nunca son responsables de nuestro estado. Los únicos responsables somos nosotros: de cómo gestionamos la situación, de cómo la vivimos, de cómo la interpretamos, de permitir que nos afecte o no. Pues es ahí, en ese punto, precisamente, donde se gesta el conflicto.

Y es ahí, exactamente, donde nace la frontera que delimita salud de enfermedad.

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