"...es un tío muy sano".

No deja de sorprenderme el cómo la mente de las personas establece a menudo conexiones entre distintos planos de la realidad, y de una forma tan inconsciente como acertada. Por ejemplo: el otro día iba en el metro y a mi lado estaban sentadas dos señoras de mediana edad. El caso es que no tuve la impresión de que poseyeran formación académica alguna, y, menos aún, universitaria. Sin embargo, una le decía a la otra, con visible malestar: ...los políticos de hoy en día son lo peor de este mundo, cada día hay más corruptos. Son como un cáncer.

Entonces, me pregunté: ¿cómo puede ser que una persona que apenas ha estudiado sea capaz de establecer un paralelismo tan exacto entre la creciente clase política corrupta y el cáncer? Porque lo curioso es que, si nos paramos a analizarlo, el cáncer se compone de una serie de células malignas que han cambiado su programa original de Consagro mi vida al sostenimiento y desarrollo de la comunidad de la que formo parte (organismo) por uno mucho más perverso del tipo Consagro mi vida a mis propios intereses sin importarme un pimiento los demás. Y he que las células cancerígenas crecen, se multiplican y se expanden merced a una dinámica intrínsecamente destructiva, arrasando y esquilmando todo cuanto encuentran a su paso... aunque a la postre eso comporte su propia destrucción (básicamente, por el agotamiento de los recursos y la energía del cuerpo). ¿Y no es algo muy similar a lo que hace la clase política actual? 

Hay dos tipos de células en el cuerpo: las benignas (sirven al cuerpo) y las malignas (se sirven del cuerpo). E. igualmente, hay dos clases de políticos: los que sirven al pueblo, y los que se sirven del pueblo. Luego, la metáfora del cáncer encaja aquí como anillo al dedo. ¡Bravo por esa señora tan aguda del metro!

Dicho esto, y tal como como explicaba al principio de este ensayo, la mente humana es muy capaz de establecer paralelismos entre distintos planos que, aparentemente, poco o nada tienen que ver entre sí. Pero sólo aparentemente. Porque a veces las coincidencias entre esos distintos órdenes son extraordinarias; y hasta espectaculares.

Una frase de ámbito coloquial que cualquiera ha oído más de una vez es la de Ese es un tío muy sano (o en su versión femenina). Una frase que lo que pretende es significar que una persona hace gala de un buen talante, sin doblez, que goza de un carácter amable, que disfruta las más de las veces de buen ánimo, y que, por encima de todo, se toma la vida con serenidad y con buen humor, incluso en los momentos de mayor adversidad.

¿Pero podría existir un paralelismo entre ser un tío muy sano, y, efectivamente, estar sano físicamente?

Después de casi diez años que llevo pasando consulta, y de haber podido observar y profundizar en la vida de muchas personas, mi conclusión es evidente: efectivamente, existe un claro y rotundo paralelismo entre el carácter de la persona y su grado de salud.

Quiero recalcar que cuando decimos carácter conviene tener muy presente que éste, al final, determina una actitud: positiva o negativa, constructiva o destructiva, y, por descontado, saludable o insalubre.

Bien es cierto que una persona puede comportarse de forma muy cordial y amable con los demás, y, sin embargo, adoptar una actitud de vida dañina para consigo misma. Por ejemplo: alguien que no se permite expresar su rabia o su ira, alguien que se la traga sistemáticamente y que, no obstante, escenifica ante los demás una imagen incoherente de paz y de serenidad.

Un tío sano es una persona que aplica el buen talante con los demás, pero que también lo aplica consigo mismo; un tío sano es una persona que da muestras de equilibrio y consideración en su forma de comportarse con los demás, pero que también es equilibrado y considerado consigo mismo; un tío sano es una persona que expresa alegría y serenidad hacia el exterior, pero que también focaliza esa misma alegría y serenidad hacia su propio interior.

Pero quede claro: un tío sano no es una persona que todo lo vive y afronta de manera necesariamente impecable, pero sí es alguien que manifiesta una tendencia natural hacia una actitud mental positiva, al mismo tiempo que ha desarrollado una capacidad para expresar su mundo interior (ideas, emociones, sentimientos, deseos...) de un modo armonioso y amable en sus relaciones interpersonales.

Y es precisamente a partir de este enfoque vital, el de ser una persona neta y genuinamente sana, que el individuo propicia y cultiva su salud física y mental. Y más aún: la persona sana tiende, con su actitud y savoir faire, a sanar a los demás. Son esas típicas personas que pasas un rato con ellas y se te cargan las pilas, o que te llenan de alegría, o de optimismo...

O sea, que, una vez más, la clave en la vida del ser humano es la actitud.

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