Cooperación

Nos lo han machacado desde pequeños. Nos lo han vendido, casi, como un valor humano: competir, ser el mejor para triunfar. Sin embargo, a poco que nos paremos a pensarlo nos daremos cuenta de que el concepto de competir implica otros dos un tanto perversos: el de ganar y el de perder. Y digo perverso porque, ¿por qué tenemos que ganar y perder cuando podríamos ganar todos?

La sociedad capitalista ha fomentado la fragmentación y el individualismo hasta cotas verdaderamente inmorales: el ir cada uno a su aire, el anteponer los intereses personales a los comunes, incluso el menospreciar o aplastar a los demás para ganar dinero.

El individualismo es una tendencia en nuestra sociedad moderna, un modus vivendi en el que las personas atesoramos una larga trayectoria. Nos hemos convertido en auténticos expertos en la materia. Con todo, donde todavía estamos muy, pero que muy verdes, es en la cooperación, en la sinergia, en el hecho, constatable, de que la unión hace la fuerza. Ahí nos queda mucho camino por recorrer.

La crisis-estafa que nos azota se erige ante nosotros como un acontecimiento ciertamente muy desagradable pero también como una oportunidad de transformación, tanto del individuo como de la sociedad que éste habita. Una oportunidad, por ejemplo, para descubrir que la cooperación entre los seres humanos puede retribuirnos de forma muy jugosa. Incluso mucho más que la competitividad o el individualismo.

Pondré un ejemplo a este respecto:

Una persona vive en un pueblo distante 40 minutos de Valencia, ciudad en la que trabaja, por lo que todos los días se ve obligada a ir y volver al trabajo en coche, gastando casi una cuarta parte de su sueldo en gasolina (unos 200€). Tal que así, desarrolla la idea de colocar algunos carteles en las principales tiendas del municipio para buscar a otras personas que se encuentren en su misma situación.

Si la idea fructifica, en el mejor de los casos, podrían ir y volver a Valencia otras tres personas en su coche, con lo cual pagarían unos 50€ al mes cada uno, en vez de 200€ si viajan por separado.

A esto, yo lo denominaría COOPERACIÓN.

Con un poco de buena voluntad, el espíritu de este planteamiento podría extrapolarse a otros muchos ámbitos de la vida cotidiana, de modo que las personas pudieran unirse, por ejemplo, para comprar un terreno y construir casas (en vez de delegar esa tarea en una empresa inmobiliaria que se dedique a especular). O, por ejemplo, para arrendar unos terrenos en el campo y cultivar sus propios vegetales. O para adquirir ciertos bienes o servicios prescindiendo de una larga cadena de intermediarios que los encarezcan. O para formar una empresa en la que todos los trabajadores se reparten equitativamente los beneficios (en vez acapararlos un gerente).

Y, por supuesto, también podemos unirnos y cooperar para enfrentarnos de distintas maneras a gobiernos malversadores, a bancos o a compañías de telefonía que engañan a sus clientes, o a ayuntamientos corruptos (como el de Valencia, que abusa de los contribuyentes aplicando tasas exorbitantes en el recibo del agua).

Desde luego, si seguimos yendo cada uno a nuestro aire lo vamos a tener mucho más difícil que si hacemos piña en un frente común.

A las hormigas y a las abejas les ha ido de maravilla con esto de la cooperación. Ellas tienen muy claro eso de que la unión hace la fuerza.

Pero vamos... más claro que el agua.

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