Infertilidad masculina: semillas integrales al rescate.

Desde hace cincuenta años la calidad del semen ha disminuido considerablemente, y en algunas zonas del planeta está alcanzando proporciones pandémicas. En España, sin ir más lejos, casi el 40% de los procedimientos de fecundación artificial obedece a la baja calidad del semen.

Cuando decimos baja calidad del semen nos referimos, fundamentalmente, a espermatozoides con malformaciones o con dificultad en la motilidad (movimiento), dos factores que dificultan o impiden, según los casos, que se pueda fecundar el óvulo.

Se sabe a ciencia cierta que, en lo relativo al plano físico, existen toda una serie de sustancias químicas, como restos de pesticidas o ciertos elementos tóxicos que contienen los plásticos los que tienen el potencial de alterar la estructura orgánica del espermatozoide hasta el punto de dejarlo inoperante.

Los ftalatos son sólo un ejemplo de algunas de estas toxinas que contienen muchos elementos de uso cotidiano, y que fácilmente podemos encontrar en:
  • juguetes para niños,
  • juguetes sexuales (a veces, hasta el 80% del peso total del artilugio),
  • envases de alimentos,
  • impermeables, 
  • mangueras,
  • suelos de vinilo,
  • adhesivos, 
  • esmalte de uñas, 
  • champús para el pelo, etc.
Aparte de descalcificar los huesos, provocar asma o cáncer de mama, los ftalatos, como otros muchos químicos modernos (cada vez hay más) nos permiten disfrutar de una vida más cómoda, o gozar de una apariencia más atractiva, sí, tal vez... pero pagando un alto precio por ello: el precio de nuestra salud.

Uno de sus efectos más contundentes, como digo, es que afectan directamente a los espermatozoides, dañando tanto su estructura como la información que contienen en su núcleo (la que posteriormente va a determinar con pelos y señales cómo serán nuestros hijos), de tal modo que pueden llegar a dejarlos completamente inservibles.

Si yo me pongo a destrozar una casa con un martillo, luego necesitaré toda una serie de materiales para rehacerla, para reconstruirla, para recomponerla: baldosas, ladrillos, cemento, yeso, pintura, etc. Pero si destrozo esa casa y lo único que dispongo para reconstruirla es yeso, ¿pensáis que podré recomponerla debidamente?

Semen, en latín, significa semilla. Y, como bien sabéis, de lo que se come, se cría.

Si nosotros, los hombres, nos vemos expuestos a contaminantes que perjudiquen a la calidad de nuestro semen, bien haríamos en seguir un estilo de vida más natural y en mantenernos alejados de aquellos elementos que nos intoxiquen, sustituyéndolos por otros más naturales. Eso parece lo más lógico y razonable. A fin de cuentas, siempre es mejor prevenir que curar. Pero si el daño ya está hecho, las semillas integrales (cereales integrales, frutos secos, semillas, germinados, etc.) nos pueden ayudar muchísimo a regenerar nuestros espermatozoides.

Una semilla refinada, como lo es el arroz blanco, o el pan blanco (hecho con semillas refinadas), no sólo es que no aporta nutrientes al organismo sino que se los roba. Esto es lo dramático, y lo dañino.

Como decía antes, sería ridículo pretender restaurar una casa destrozada sólo con yeso, pues hacen falta otros muchos materiales para que quede en óptimas condiciones, tanto estéticas como funcionales. Y tres cuartos de lo mismo ocurre con nuestro organismo: hacen falta alimentos integrales para que nuestro cuerpo sea capaz de recuperar su integridad. E, igualmente, harán falta semillas integrales para que si un hombre tiene dañados sus espermatozoides sea capaz de contar con la materia prima que le permita regenerarlos.

Es la misma historia de siempre: nuestro estilo de vida moderno, en el que prima la comodidad, la búsqueda del placer y los intereses económicos, en muchos casos, termina por pasarnos factura. Y, como de costumbre, la Naturaleza, que jamás se prostituye, y que no alberga en sí misma ningún afán de lucro, es la única capaz de acudir a nuestro rescate.

Tal cual una buena madre haría con sus hijos.

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